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14.06.2021

MONTEVIDEO (Uypress/Nelson Di Maggio*) - Festejar veinte años de creación de un museo argentino con un artista uruguayo, es un refinado honor para Uruguay y una excepción del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), de fama internacional por su intensa actividad y valiosas muestras de todo el mundo.

Nacido en Montevideo con el surgimiento del art nouveau,  en 1890, Rafael Barradas, pintor autodidacta, desde joven reveló un talento de caricaturista notable, ejercicio que  derrochó entre los tertulianos de los cafés - intelectuales, políticos, artistas- muchas de ellas publicadas en el periódico El Monigote, 1913, que dirigió con especial dedicación. El impresionismo  y el art nouveau eran las corrientes dominantes que utilizó en pequeños paisajes, aunque con mayor agudeza de observación crítica. El óleo Los emigrantes, 1912,  lo ubica dentro de la vanguardia que aún desconoce y asume con prodigiosa intuición. Un año más tarde se marchó a Europa, contactó con los futuristas italianos en Milán y los cubistas en París. Asimiló las dos tendencias y también el simultaneísmo de Delaunay al que conoció personalmente,  tendencias claves del siglo XX, y  fundó una propia, el vibracionismo, que desarrolla en Barcelona, capturando el ritmo de la ciudad, la dinámica vital, la riqueza cromática entre planos encontrados, amistando con Joaquín Torres García, todavía apegado al clasicismo mediterráneo, en la Ciudad Condal, la más internacional de España en esa época. Una pintura que exalta la alegría de vivir en composiciones dinámicas propias del ritmo ciudadano y los cambios sociales. Casa de apartamentos, 1919, considerada es obra maestra de Barradas. Se opone a Desnudo descendiendo la escalera, 1912, de Marcel Duchamp: en vez de desintegrar la figura en múltiples planos, establece un contrapunto de entrantes y salientes en ascendente complejidad, incorporando palabras, números y signos, una composición de lectura compleja y un espacio de extrema sutileza.

 Mantiene vínculos laborales con los teatros madrileños, que le dan un bienestar económico por un tiempo, diseñando afiches, vestuarios, escenografías, publicando historietas deliciosas y libros ilustrados para niños, absolutamente innovadores. Con Los Magníficos, 1922, Barradas denuncia la España Negra, conservadora, latifundista y rural; retratos de seres anónimos, campesinos y obreros que recogen la herencia goyesca, así como de Daumier. Pone en evidencia la mirada política del mundo. Se aproxima también a Permeke, en la robusta, austera y monumental expresión, vinculándose al planismo de Celso Lagar, que en Montevideo se convirtió, al mismo tiempo, en su tendencia fundamental, aunque con otras características. Abandonado, empobrecido y poco reconocido en el ambiente artístico conservador,  que intentó cambiar, ya enfermo, volvió a Uruguay en 1928. La enfermedad lo condujo a elaborar imágenes religiosas y místicas e intentó recrear en Estampones montevideanos una realidad local, pero la tuberculosis segó esos últimos deseos, tres meses después, al morir en 1929.

Su obra demoró muchos años en ser descubierta y apreciada. En España los coleccionistas proliferaron y las galerías luego de la caída del dictador Franco, multiplicaron las muestras y los catálogos.  El Museo Reina Sofía lo incorporó a su acervo dentro de la pintura española: toda su obra hecha  en el país captura la característica más profunda del ser español, su lucha, su explotación, su indeclinable fuerza. Uruguay también tardó.  Pero finalmente sendas exposiciones y catálogos han demostrado, en exposiciones en el Museo Nacional de Artes Visuales, su enorme acervo de medio millar de trabajos revelan su personalidad, ya ubicada entre los grandes del arte del siglo XX. Ahora, el Malba, se une a otras piezas  formidables allí existentes, que un montaje actualizado en un espacio contemporáneo, dará el brillo más luminoso al enorme Barradas.

* Nelson Di Maggio.  Critico de Arte y Curador de Exposiciones.

nelsondimaggio@gmail.com