POEMA

Carta a mi sangre, de Daniel Vidart

04.01.2019

MONTEVIDEO (Uypress) - Publicamos uno de los 200 poemas que no fueron incorporados al último libro de Daniel Vidart. Nos parece un aporte a la divulgación de esa obra atrevida de mirar el mundo y su propia vida que nos ayuda a todos a enfrentar la nuestra. Todos los días que es precisamente lo grandioso y tedioso de la existencia.

 

FOTO: Javier Calvelo/ adhocFOTOS

CARTA A MI SANGRE

Delgado río rojo de mi sangre, tu eres
la viviente hidrografía de mi cuerpo y en él,
en su cauce de músculos y nervios
repartes las aguas que del corazón descienden,
que el latido estruja con su puño
en rítmico aleteo
de noria sumergida.

Caminas cambiando de colores
camaleón viajero de la especie,
transitas por elásticos canales,
dibujas países debajo de la piel,
recorres victoriosa los misterios
escondidos en los hondos terciopelos
de mi  arcaica  biología animal
y se te advierte
en el pulso y sus discretos relojes arteriales,
fabricando sin pausa la vigilia,
llenando los panales de los días
con las mieles del sueño,
goteando en la clepsidra de las  horas.

Madre de las vísceras
miel de las colmenas vasculares,
jugo de las uvas que maduran
al sol de los espacios interiores,
émbolo sin prisa, ofidio repartido
por todo mi cuerpo transitorio,
recamado por un traje de luces
de  ardientes lentejuelas.

Visitante de cuevas, de vasos capilares,
acequia intermitente de la vida,
motor salobre nacido del Océano
que diriges mis pasos por la Tierra.

Un dia
correrás lentamente
te asomarás apenas, en el temblor de mis muñecas grises
y bajarás más bien como un derrumbe
como un alud de sordos materiales
como un triste reptil
jadeando a las orillas de un pantano.

Mi corazón colgará su ciruela taciturna
del árbol  deshojado de mi pecho
y entonces
ya no serás la flecha de oro, la exacta puntería,
la lanzadera que teje un manto vivo
sino un cansado surtidor, un alquitrán viscoso,
un raído murciélago, cegado
por el rayo final del desconsuelo.

Y te irás coagulando en tu sistema,
en tu red convertida en telaraña,
haciéndote raíz
en busca  de la roca
y después geología, veta en el granito,
topacio congelado por el soplo
de la muerte.

Pero, entretanto, mantén la forma
que se abre con tu savia como  estrella,
que señala los puntos cardinales,
que apunta a las diarias injusticias y a  las que llevan siglos
que procura, con otras,
transformar el  mundo en la patria   para todos,
que trabajan, que acarician,
que empuñan en la aurora tu insignia de rubíes.

Sangre mía, una gracia
solamente te pido:
guía al humilde lápiz, con que yo, el poeta,
te escribo en mi media centuria ya cumplida.



Daniel Vidart

Cultura
2019-01-04T19:10:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias