China crea el primer reactor del mundo que convierte el CO2 oceánico en materia prima bioplástica biodegradable
26.10.2025
BEIJING (Uypress)- Un equipo de científicos en China ha logrado lo que hasta hace poco parecía ciencia ficción: transformar el dióxido de carbono disuelto en el mar en un precursor de plástico biodegradable: convierten CO2 oceánico en ácido succínico para bioplásticos con una eficiencia del 70%, según informa el portal Ecoticias.
Este avance tecnológico, liderado por Gao Xiang (Institutos de Tecnología Avanzada de Shenzhen) y Xia Chuan (Universidad de Ciencia Electrónica y Tecnología de China), no es un experimento de laboratorio aislado. Se trata del primer sistema completo y operativo que captura CO2 marino y lo convierte, paso a paso, en un producto químico útil.
De carbono a química útil
El corazón de esta innovación es una combinación inteligente de electroquímica y fermentación microbiana. El sistema funciona en varias etapas: primero, el agua de mar fluye por un reactor electroquímico con cinco cámaras. Allí, una corriente eléctrica divide el agua y genera protones, que acidifican una de las cámaras y liberan CO2 en forma gaseosa.

Ese gas se recoge a través de una membrana hueca y pasa a un segundo reactor. Aquí entra en juego un catalizador de bismuto, diseñado específicamente para reducir el CO2 a ácido fórmico.
Pero no acaba ahí. Un tipo de bacteria marina, Vibrio natriegens, modificada genéticamente, fermenta el ácido fórmico para producir ácido succínico, un componente clave en la fabricación de plásticos biodegradables como el PBS (polibutileno succinato).
El sistema funcionó de forma continua durante más de 530 horas usando agua real del mar de la bahía de Shenzhen, con una eficiencia de captura de carbono del 70?%. El coste estimado por tonelada de CO2 capturado ronda los 230 dólares (unos 217 euros), una cifra competitiva frente a otras tecnologías actuales.
Del océano al mercado: plásticos con propósito
Más allá del PBS, este sistema puede adaptarse fácilmente para producir otros productos químicos industriales de alto valor, como ácido láctico, alanina o 1,4-butanodiol. Esta flexibilidad convierte al reactor en una plataforma versátil, con potencial para escalar y diversificarse según la demanda del mercado.
No se trata solo de producir menos plástico contaminante. Se trata de repensar el carbono: no como un residuo, sino como un recurso. Al transformar el CO2 oceánico en materiales útiles, esta tecnología propone un cambio de paradigma. No solo capturar y almacenar carbono, sino reciclarlo activamente en la economía circular.
¿Qué cambia realmente?
Hasta ahora, la mayoría de las estrategias de captura de carbono se han centrado en la atmósfera o en las emisiones industriales. Pero los océanos, que ya absorben casi un tercio del CO2 global, ofrecen una ventaja clave: contienen hasta 150 veces más carbono disuelto que la atmósfera.
Aprovechar esta reserva no solo alivia la carga sobre los ecosistemas marinos, también diversifica las soluciones contra el cambio climático. Además, al integrar este tipo de reactores con fuentes de energía renovable marina -como turbinas eólicas flotantes o generadores de mareas- se puede conseguir un sistema casi autosuficiente y con huella de carbono negativa.
Algunos proyectos piloto en Europa ya exploran este tipo de sinergias. En el Mar del Norte, por ejemplo, se estudia la posibilidad de instalar plataformas de captura de carbono conectadas a parques eólicos marinos. Tecnologías como esta podrían acoplarse perfectamente a esos entornos, cerrando el ciclo entre energía, captura y reutilización.
Posibles impactos ecológicos: ¿afecta al fitoplancton?
Una duda legítima que surge ante esta tecnología es si la extracción de CO2 del océano podría afectar a organismos como el fitoplancton, que necesita carbono inorgánico para realizar la fotosíntesis. Este microplancton es la base de la cadena alimentaria marina y un actor esencial en el ciclo global del carbono.
En principio, el sistema no representa una amenaza directa. La captura se realiza a través de volúmenes controlados de agua, y no reduce significativamente la concentración total de carbono disponible, ya que este existe en diversas formas químicas (CO2, bicarbonato, carbonato). Además, los océanos están actualmente sobrecargados de CO2, lo que ha contribuido a la acidificación marina. Extraer parte de ese exceso podría, en ciertos contextos, reducir el estrés químico sobre los ecosistemas.
Sin embargo, es esencial vigilar posibles efectos locales, especialmente si esta tecnología se despliega a gran escala. Se necesitarán estudios de impacto ambiental específicos en cada zona de aplicación, así como un seguimiento ecológico constante, que incluya parámetros como productividad primaria, equilibrio del carbono y salud del plancton.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias