El recuerdo de la construcción del Muro de Berlín, la pared de más de tres metros de altura que dividió al mundo
13.08.2025
BERLIN (Infobae)- La noche del 13 de agosto de 1961 quedó grabada en la memoria de los habitantes de Berlín. Al amanecer, la ciudad se encontraba dividida por una frontera que, hasta entonces, parecía imposible de materializar de manera tan repentina.
Hace 64 años, miles de berlineses despertaron para encontrar que la separación entre Berlín Oriental y Berlín Occidental no era ya solo una diferencia política, sino un hecho físico y concreto que alteraría la vida de millones.
Ese momento marcó el punto de partida de la construcción del Muro de Berlín, hecho fundamental que modeló el devenir de la Guerra Fría y los destinos individuales y colectivos de quienes vivían en la ciudad y a su alrededor. Habían pasado cerca de 15 años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
La decisión de edificar el muro surgió como respuesta a una situación insostenible para las autoridades de la República Democrática Alemana (RDA), que integraba el bloque soviético. Desde que se dividió Alemania, en 1949, más de 3,5 millones de personas, alrededor del 20% de la población, habían abandonado la RDA rumbo a la República Federal Alemana (RFA) que quedó del lado de los Aliados. Se iban de la Alemania que tenía relaciones con Moscú, atraídos por el llamado "milagro económico" y mejores condiciones de vida, lo que reflejaba la crisis interna y la incapacidad de retener a su población bajo un régimen que se definía como redentor para los oprimidos del mundo.
Ese éxodo masivo representaba una fuerte amenaza no solo demográfica y laboral, sino también propagandística para el gobierno comunista.
La ciudad de Berlín, situada en la zona bajo control soviético, era el núcleo de esa problemática. Pese a su ubicación dentro de la RDA, la urbe estaba dividida entre un sector oriental y tres sectores occidentales controlados por los aliados. Las restricciones de tránsito ya estaban vigentes, pero hasta la noche previa a la construcción del muro era posible cruzar de un sector a otro, lo que facilitaba el contacto entre amigos, familiares y el trabajo en ambos sectores. Pero también las fugas constantes hacia Occidente.
Ante ese éxodo continuo, la cúpula dirigente de la RDA, encabezada por Walter Ulbricht, inició en secreto la operación para construir la barrera. Cabe recordar que semanas antes, Ulbricht, que era el presidente del Consejo de Estado de la RDA, había negado enérgicamente cualquier plan de levantar un muro, afirmando: "Nadie tiene la intención de construir un muro".
Incluso un día antes del inicio de la construcción del muro, el Consejo de la RDA comunicó oficialmente que: "Para poner fin a las actividades hostiles de revanchismo y militarismo de Alemania Occidental y Berlín Occidental, se instalarán medidas de control en la República Democrática Alemana, incluida la frontera con los sectores de ocupación occidentales de Berlín, tal como es habitual en cualquier Estado soberano". Las medidas de control se transformarían en el Muro de Berlín.
Pero en la madrugada del domingo 13 de agosto, bajo condiciones de hermetismo extremo y con la colaboración de efectivos militares y obreros civiles movilizados con rapidez y discreción, la ciudad fue literalmente dividida en dos. Se instaló de manera provisional una alambrada de 155 kilómetros de largo, que cortó completamente Berlín dejando del lado oriental a quienes quedaban bajo el régimen comunista y sellando el acceso hacia la vida abierta de Occidente para cientos de miles de personas.
Las repercusiones fueron inmediatas y de una profundidad irreversible. Familias se vieron fragmentadas, amistades y relaciones amorosas se disolvieron, y las rutinas laborales y sociales quedaron truncas. El entonces alcalde de Berlín Occidental, Willy Brandt, había calificado la nueva división como "una barrera de campo de concentración" que se extendía, literalmente, a través del corazón de Europa.
La reacción política también fue contundente: "El Senado de Berlín acusa ante la comunidad mundial, las medidas ilegales e inhumanas practicadas por aquellos que están dividiendo Alemania, oprimiendo a Berlín Oriental y amenazando a Berlín Occidental", sentenció Brandt.
En los días posteriores al cierre, la estructura recibió refuerzos con ladrillos y bloques de hormigón. Durante la construcción, se desalojaron casas situadas en la franja, se expropiaron propiedades y se transformó el entorno de la ciudad en un espacio militarizado.
Las autoridades de la RDA denominaron oficialmente la obra como la "Muralla de Protección Antifascista". Desde el discurso se justificaba la existencia del muro en tanto impedía la entrada del enemigo, y no prohibía la salida de los propios.
La materialización del muro superó todas las barreras ideológicas y convirtió a Berlín en símbolo mundial de la división entre el bloque comunista y el bloque capitalista. El entorno físico se sofisticó rápidamente: además del muro, surgió la "franja de la muerte", compuesta por zanjas, sistemas de alarma, alambrados adicionales, carreteras para el patrullaje militar, torres de vigilancia, armamento automático y perros guardianes.
El nivel de vigilancia era extremo: documentos del servicio secreto de Alemania Oriental en 1973 instruían a sus guardias a "no dudar en usar el arma, incluso si se producían violaciones de la frontera con mujeres y niños".
El muro convirtió a la ciudad en un escenario de innumerables intentos de escape. Se calcula que cerca de 5.000 personas lograron huir hacia Occidente mediante rutas subterráneas, saltos temerarios, construcciones improvisadas, ayuda clandestina y, en muchos casos, con una dosis imprescindible de suerte.
Algunas de esas historias alcanzaron notoriedad y fueron recreadas en cine y literatura. Sin embargo, esos logros fueron una excepción frente a la magnitud del drama: alrededor de 100.000 habitantes intentaron cruzar y 250 perdieron la vida al tratar de abandonar la RDA.
La existencia del muro generó contrastes económicos y sociales cada vez más pronunciados: mientras el sector occidental de la ciudad experimentaba prosperidad y apertura, el lado oriental sufría restricción, vigilancia y un régimen autoritario. El muro no solo fue una barrera física, sino un símbolo de la "Cortina de Hierro", expresión acuñada por Winston Churchill para describir la frontera invisible entre los aliados occidentales y el bloque soviético en Europa.
La estructura del muro evolucionó hasta llegar a una extensión de 43,1 kilómetros. Fue testigo mudo e implacable de la represión, el dolor y la separación forzada. Su caída resultó tan inesperada y rápida como su construcción. En noviembre de 1989, tras semanas de presión social y manifestaciones masivas, un anuncio erróneo sobre la apertura de los pasos fronterizos desencadenó una movilización multitudinaria. Miles de berlineses se acercaron al muro, empezaron a destruirlo parte por parte.
El muro marcó 28 años de división. El 9 de noviembre de 1989 se recuerda como el día en que el muro "pasó a la historia". Fue el fin de la principal manifestación arquitectónica y simbólica de una era de enfrentamiento global.
Hoy, al cumplirse 64 años desde su construcción, el Muro de Berlín permanece en el recuerdo como un hecho histórico insoslayable, que cambió vidas, redefinió fronteras y representó de la forma más concreta posible la hostilidad y la vigilancia característica del siglo XX.
Foto: Los primeros ladrillos que dieron forma al Muro de Berlín (AFP)
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