MODERACIÓN
Estudio sobre la ingestión de refrescos ligth pone en discusión el tema de los edulcorantes
15.03.2019
MADRID (Uypress) - El estudio fue realizado en un grupo de 82.000 mujeres americanas posmenopáusicas, de entre 50 a 79 años, que fue seguido por 12 años. El 5,1% de las participantes bebía dos o más bebidas edulcoradas al día y tenía más riesgo de ACV y enfermedad cardíaca que el resto.
Foto Salud y Medicinas
"Se trata de un estudio muy importante por el tamaño de la muestra y por el largo seguimiento, aunque tiene varias limitaciones", afirma el presidente de la sección de Cardiopatía Isquémica y Cuidados Agudos Cardiovasculares de la Sociedad Española de Cardiología, Esteban López de Sá y Areses.
La primera limitación es que los científicos solo incluyeron mujeres posmenopáusicas, dice el experto, aunque asegura que "no existe ninguna base que haga pensar que los resultados pudieran ser diferentes en hombres o mujeres en edad fértil".
La segunda es que "el consumo de estas bebidas no se ha medido directamente sino que se ha tenido en cuenta lo que las mujeres referían en cuestionarios, que rellenaron en diferentes momentos del estudio, y es seguro que los patrones de consumo variaron a lo largo del tiempo, lo que no se analizó", subraya el especialista.
Además, la investigación muestra una correlación y no una relación causa efecto, lo que deja la puerta abierta a numerosas explicaciones. "La gente que consume más bebidas, ¿tiene mayor peso? ¿Peor dieta?
Puede haber más factores" que expliquen los resultados, refiere el bioquímico y biólogo molecular de la Universidad Politécnica de Valencia Josep Maria Mulet.
Con todo, la endocrinóloga Paloma Gil coincide con los autores del nuevo estudio en que "hay una clara relación entre el consumo elevado de refrescos light o sin calorías y el aumento de eventos vasculares indeseables, como el infarto cardiaco o cerebral".
La correlación del consumo de refrescos edulcorados con los problemas en la salud no es nueva, la comunidad científica la conoce hace años. Según López de Sá y Areses, ya se habían hecho varios estudios "con resultados parecidos", a lo que la endocrinóloga Paloma Gil añade que "cada vez hay más trabajos que relacionan el consumo regular de alimentos o bebidas con edulcorantes con alteraciones metabólicas como aumento de la adiposidad (incremento de la grasa corporal), intolerancia a la glucosa y prediabetes".
En 2013, por ejemplo, un grupo de investigadores de la Universidad de Purdue, en Estados Unidos, afirmó en un artículo que las personas que sustituyen el azúcar con edulcorantes como el aspartamo, la sucralosa y la sacarina, todos ellos legales en España, también tienen un mayor riesgo de aumento de peso, síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y enfermedad cardiovascular. El motivo, según una interesante hipótesis, podría estar en el intestino.
Un estudio publicado en la revista Nature vincula el consumo de edulcorantes artificiales con el desarrollo de la intolerancia a la glucosa a través de la inducción de alteraciones de la microbiota intestinal. "Se sabe que los edulcorantes pueden producir algunos efectos a nivel metabólico porque alteran la microbiota del intestino y estimulan algo de secreción de insulina", confirma el dietista-nutricionista Pablo Zumaquero.
Pero en el metanálisis más reciente sobre de los efectos de los edulcorantes en el peso de niños y adultos, los resultados fueron menos alarmantes. No se encontraron diferencias claras sobre la salud de las personas que consumieron en comparación con quienes no lo hicieron, aunque sus autores admiten que la calidad de las investigaciones hechas hasta la fecha no es excesivamente buena.
"No hacen un daño directo evidente sobre la salud, no son venenosos como se ha llegado afirmar", comenta Zumaquero. Pero tampoco son inocuos. Por una parte, su dulzor extremo altera nuestra percepción sobre los sabores, "y al final la gente deja de comer fruta porque no la considera lo suficientemente dulce", afirma.
"Producen en el cerebro una activación incompleta de satisfacción que, a la larga, impulsa a comer más. De hecho, justo por ser dulces incitarían a quienes los consumen a comer más dulce y a ser más dependientes de los alimentos con estas características", añade Gil.
Por otra parte, no hay que olvidar el factor cultural del consumo de refrescos: del mismo modo que maridamos un pescado al horno con un buen vino blanco, una controvertida hamburguesa con patatas se lleva a las mil maravillas con un refresco.
Huelga mencionar los efectos del neuromárketing en nuestra percepción de lo saludable. Por más "sin azúcar" que se comercialice un alimento, al final puede contener "otros ingredientes que siguen siendo no ideales", asevera Zumaquero.
Y puede darnos la falsa confianza "de que los refrescos light pudieran ser seguros por aportar menos calorías", añade López de Sá y Areses.
No hay que demonizar, falta mucho por investigar, pero la moderación es la mejor opción.
Fuente: Clinical Sciences/El País de Madrid
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias