HOMENAJE

Hoy se cumplen 25 años de la muerte de Jorge Luis Borges

14.06.2011

MONTEVIDEO, 14 Jun (UYPRESS/Soledad Platero) - El autor más importante de todos los tiempos lleva 25 años muerto. Jorge Luis Borges, un hombre ciego que nunca ganó el Nobel, que nunca escribió una novela, que no tuvo hijos y que dijo muchas cosas inconvenientes murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza. Tenía casi 87 años.

En 1944 publicó Ficciones, un conjunto de relatos agrupados en dos libros (El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios). Y si sólo hubiera pubicado ese texto, si no hubiese escrito, años después El Aleph (1949), si nunca hubiera dado a conocer los cuentos de El libro de arena (1975), si toda su obra poética y sus numerosos textos ensayísticos no hubiesen existido, aun así, Borges habría sido el autor más importante de todos los tiempos. Porque Borges es, mejor que cualquier otro, la literatura. Es (incluso hoy, con 25 años de muerto) el que abrió las puertas de todo lo que había sido importante para el Hombre a lo largo de toda la Historia, y lo puso en la literatura. Pero no lo puso como anécdota, sino como problema. Lo puso en la literatura, y puso a la literatura a pensar.

Además de la calidad extraordinaria de su escritura —una cualidad que comparte con numerosos grandes escritores— textos como “Funes el memorioso” o “Pierre Menard, autor de El Quijote” ofrecen la maravilla inagotable de presentar asuntos puramente filosóficos (la capacidad humana de crear categorías; la memoria como construcción y olvido; la vigencia efímera de cualquier enunciado; la distancia entre la literatura y la “mera historia de la literatura”) que se vuelven accesibles y cotidianos, incluso en el contexto fantástico-realista en que son presentados. Barroco en sus ficciones más logradas, Borges era limpio y preciso en la escritura, porque cada palabra estaba al servicio de una idea, y nunca es fácil exponer una pura idea.

Escribió mucho, y casi cada cosa que escribió es infinita, pero prefería hablar de lo que había leído. En una época que todavía no hablaba de transtextualidad y que no tenía definiciones para lo posmoderno, sabía que no hay textos definitivos, y que cada línea forma parte de un corpus interminable que se ramifica y se reescribe constantemente. Y sabía también que en ese universo de infinitas posibilidades cabían sólo tres o cuatro metáforas, tres o cuatro temas, unas pocas cosas verdaderamente trágicas.

Jorge Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899. En la construcción de lo que Ricardo Piglia llamó su “mito personal”, Borges reconocía dos linajes que habrían dado origen a los dos grandes ejes temáticos de su obra: lo criollo y lo universal. Atribuía el primero a su madre, procedente de una “vieja familia, de vieja ascendencia argentina”, y el segundo a su padre, heredero de “una tradición literaria”. Así, Borges instalaba en el reducido mundo familiar una correspondencia con las cuestiones que constituían sus preocupaciones literarias: la cuestión del coraje y la reflexión intelectual; lo gauchesco y lo universal; la tradición oral y la escritura (ambas infinitas).

Nunca fue capaz de delinear un personaje, a excepción del personaje de Borges, que está presente en muchos de sus relatos (y, tal vez, el de Carlos Argentino Daneri, de “El aleph”) y no estuvo demasiado preocupado por los aspectos de la filosofía que tocan lo moral o lo político. Rotundamente orientado hacia la filosofía inglesa, eran el tiempo y la eternidad, los mundos posibles, los juegos de lenguaje y las aberraciones lógicas lo que despertaba su interés y su curiosidad. Muchos lectores no pueden leerlo, porque prefieren leer historias de malos y buenos. Pero otros, al contrario, no pueden dejar de leerlo. Como el Zahir de su cuento, que a veces estaba en las rayas de un tigre y a veces en una moneda común de veinte centavos, Borges posee la propiedad atroz de ser inolvidable.

 

Nota: El mes pasado, Mathías Dávalos publicó en Uypress una reseña de Ficciones

 

 

Cultura
2011-06-14T18:20:00

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