Si es natural, ¿es bueno? Las terapias alternativas no son una opción
Dres. Carlos Vivas; Homero Bagnulo
02.01.2020
Vivimos tiempos extraños. Los prejuicios personales han logrado imponerse demasiadas veces a los hechos. Si tú dices que eso es una mesa, yo digo que son treinta millones de unicornios... y los dos tenemos derecho a que sea atendida nuestra versión en igualdad de condiciones.
Javier Salas, periodista de ciencia y tecnología
"Papá, me he equivocado"
Steve Jobs, Rosa Morillo, Mario Rodríguez. Tres personas con una fuerte dedicación a la ciencia y a la tecnología tomaron la misma opción frente a una enfermedad maligna: las terapias alternativas. En el caso de Jobs, brillante innovador tecnológico, decidió enfrentar una variedad relativamente favorable del cáncer de páncreas con una dieta de zanahorias, jugos de fruta, enemas intestinales y acupuntura sin obtener resultado alguno. Rosa, una economista, recibió el diagnóstico de cáncer temprano de mama y lo enfrentó primero con bolitas de azúcar y cuando le diagnosticaron metástasis, su oncólogo-homeópata le recomendó suplementos vitamínicos y baños de sal marina. La historia de Mario, estudiante de Física y autor de la carta que encabeza este párrafo, es tristemente similar.
Las medicinas alternativas aumentan hasta 5 veces la mortalidad de pacientes con cáncer
El Dr. Skyler Johnson, oncólogo de la Universidad de Yale, publicó este año un excelente artículo que compara los casos de 281 pacientes con cáncer que optaron por las medicinas alternativas con las historias de 550 pacientes que aceptaron sus tratamientos oncológicos. Encontraron que las pacientes con cáncer de mama aumentaron su riesgo de muerte por 5, los pacientes con cáncer colorrectal 4 veces y los de cáncer de pulmón una vez y media. Un panorama igualmente desolador se comprobó en quienes optaban por el uso "complementario" de estas prácticas, es decir, las consumían al mismo tiempo que cumplían con su tratamiento médico. Cuando se evaluó el porcentaje de abandono del tratamiento oncológico entre estos pacientes y aquellos que nunca usaron prácticas alternativas se encontraron las siguientes diferencias: el 34% suspendió la quimioterapia mientras que quienes no usaban esos complementos lo hicieron en 3,2%; el 53% abandonó la radioterapia frente al 2.3% y 34% suspendió la terapia hormonal frente al 3%. (JAMA Oncol. 2018;4(10):1375-1381.)
Immanuel Kant: "Vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros"
Aunque la opinión popular señale que las personas adeptas a estas prácticas se encuentran en los estratos menos favorecidos social, cultural y económicamente, esta afirmación está equivocada. Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas de España confirmó en 2017 estudios ya realizados en EE.UU y en el Reino Unido al encontrar que los pacientes de cáncer que usaron estas alternativas tienen un perfil bastante definido: edad promedio de 46 años, mujeres, con residencia en áreas de mayor nivel socioeconómico y educación, con seguro médico privado y votan a la izquierda. Esto lleva a discutir si es cierto que es la falta de información el factor determinante para elegir las prácticas alternativas. Para comprender este punto se debe tener presente que no es lo mismo la adquisición de información y la selección de datos que la generación de conocimiento. Para alcanzar esta última etapa, la persona debe aceptar que su repertorio de saberes no le permite interactuar con la realidad que se le presenta, por lo que, en consecuencia, debe admitir su necesidad de abrirse a nuevos conceptos. En situación de aula esa es la tarea del docente, y en el tema que nos ocupa, es obligación de las autoridades sanitarias. Un aspecto no menor de este proceso de construcción del conocimiento es que en nuestra vida cotidiana es poco probable que nos enfrentemos a una situación nueva sobre la que no tengamos una opinión. En didáctica se les llama "ideas previas" para diferenciarlas de los preconceptos y de los prejuicios que tienen connotaciones peyorativas. Esas ideas previas nos son transmitidas por nuestro entorno cultural a través de refranes, "sabiduría popular" o mitos. Su validez, en general endeble, se la otorgamos nosotros mismos cuando nos damos cuenta que compartir estas opiniones favorece nuestra aceptación social. La idea previa más fuerte de las prácticas alternativas es la palabra "natural". Como todas las palabras, "natural" tiene varios significados. La mayoría hace referencia a que es un producto propio de la naturaleza, sin intervención del hombre ni divinidad alguna. Pero además, en su acepción más íntima, nos transmite una sensación casi corpórea de virtud, de bondad, de protección, de confianza. No obstante, los hongos venenosos y los terremotos también son naturales y nos traen consecuencias funestas. Sin embargo, y aquí nos apoyamos en la antropología médica, la sociedad actual se siente invadida por una ola tecnocrática devastadora que propone modelos sociales que excluyen a poblaciones enteras, que a nivel asistencial aplica una lógica mercantilista, con procedimientos invasivos que muchas veces vulneran la intimidad de los pacientes y que a menudo violan el derecho a una muerte digna. Es en este marco de indefensión emocional donde surge la tentación de refugiarse en la magia. Ningún usuario de prácticas alternativas exige una demostración estadística de los beneficios que obtendrá. Le alcanza la esperanza y, si los resultados no son los deseados, se conformará diciendo que "por lo menos no me hizo mal."
Sin embargo, no es cierto que las terapias alternativas no "hagan mal". Lejos de ello, su víctima, además del paciente, es la pérdida del tiempo útil e imprescindible para lograr la curación o, en casos muy avanzados, para intentar aliviar el sufrimiento. Pero además de la pérdida de la oportunidad terapéutica, está demostrado que estas prácticas, sobre todo la herboristería, causan muertes. En un interesante trabajo realizado en países donde estas prácticas cuentan con apoyo estatal y por ende su consumo es elevado (Corea del Sur, Singapur, China, India y Japón) se comprobó un elevado porcentaje de muertes por lesiones hepáticas graves. Los autores señalan, que si fuera posible acceder a los registros nacionales, los que en el caso de China están censurados, el porcentaje de mortalidad debería ser mucho mayor. (Journal of Clinical and Translational Hepatology 2019; vol. 7: 263-274)
Un tiro por la culata
Todos los estudios científicos realizados son unánimes en afirmar que las prácticas alternativas no superan los beneficios de un placebo. ¿Y qué es un placebo? Un placebo es toda sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto favorable en el enfermo si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción. Todos los medicamentos tienen un efecto placebo que se manifiesta por la percepción de mejoría antes que el componente activo haya tenido tiempo de actuar. En ello influye la marca comercial y la presentación del producto, pero también el entorno de confianza, empatía y de respeto en el cual el médico propone un medicamento. La mayor experiencia mundial en la evaluación científica de prácticas alternativas la tiene la Universidad de Exeter. En 1992, entusiastas de las mismas patrocinaron la creación de un centro universitario para demostrar la base científica de estas estrategias. La dirección le fue otorgada al médico alemán Edzard Ernst, quien durante su carrera había practicado la homeopatía y que gozaba de renombre europeo por la aplicación del método científico para la evaluación de tratamientos médicos. Su primer desafío fue diseñar y ejecutar un estudio doble ciego (el de mayor rigor metodológico) para evaluar la sanación mediante la energía mental. Con la colaboración de sanadores reconocidos del Reino Unido comparó los resultados de la terapia en pacientes con dolores crónicos de columna vertebral, varios de ellos confinados a sillas de ruedas. Los pacientes fueron asignados por azar a uno de 4 grupos: a) consultorio con un sanador, b) consultorio con un actor, c) consultorio vacío pero situado al lado de otro consultorio con un sanador y d) consultorio vacío situado al lado de otro consultorio vacío. Todos los grupos obtuvieron el mismo beneficio, esto es, ninguno superó el efecto placebo. Mientras el diseño del estudio fue aceptado por el colegio de sanadores mentales, sus resultados fueron recibidos con apatía, rechazo y enojo. Luego de 19 años de experiencia con más de 1.000 artículos el centro fue cerrado. De nada sirvió que el Dr. Ernst ocupara el lugar 104° dentro de los 100.000 científicos más destacados del mundo.
Qué decir de una de las prácticas alternativas más frecuentes en Occidente: la homeopatía. Desde noviembre de este año, el Diccionario de la Lengua Española la define como una "Práctica que consiste en administrar a alguien, en dosis mínimas, las mismas sustancias que, en mayores cantidades, producirían supuestamente en la persona sana síntomas iguales o parecidos a los que se trata de combatir". Esta definición, fruto del empeño de los miembros de la Real Academia Española y de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, logró que la homeopatía perdiera su incorrecta definición de "sistema curativo", porque sus saberes y fundamentos no están sistematizados ni tiene capacidad curativa alguna. Propuesta por Samuel Hahnemann en 1796 parte de dos supuestos: a) lo similar cura lo similar, de manera que si una sustancia causa un síntoma en una persona sana, también será útil para curar el mismo síntoma en una persona enferma, y b) el agua tiene memoria, por lo que al diluir 1 parte de una sustancia en 99 partes de agua y repetir varias veces esta dilución hasta fracciones menores que la millonésima, el poder terapéutico del agua se potencia, aunque no sea posible encontrar moléculas de la sustancia diluida. Esta verdadera razón de la sinrazón aunada a la amplia aceptación de esta práctica por parte de una sociedad postmoderna, dio pie a un editorial del Lancet en agosto de 2005, que con fina ironía señalaba que "cuanto más se diluyen las pruebas a favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad"
¿Qué opina la Organización Mundial de la Salud?
Los críticos más adversos de estas prácticas señalan que, como no podía ser de otra manera, la OMS no podía permanecer ajena a un negocio que mueve 100.000 millones de libras anuales. Desde el año 2003, la Organización ha creado un grupo de estudio de medicinas alternativas, complementarias y tradicionales haciendo una propaganda apenas encubierta de estas prácticas. En su informe de 2019, a lo largo de de más de 200 páginas, se limita a mostrar planisferios que ilustran dónde se aplican estas prácticas, los apoyos oficiales recibidos, y datos administrativos intrascendentes. Es preocupante que en el capítulo de Recomendaciones señale el valor sanitario de estas prácticas en momentos que gran parte de la población mundial no tiene acceso financiero a tratamientos de alto precio. Pero, a nuestro juicio, la mayor debilidad de este informe es que no aporta evidencia alguna de los beneficios y daños que sufrieron quienes aceptaron estas prácticas. Además, debe llamar la atención que hasta el momento de la publicación de cada uno de sus informes los "asesores técnicos" fueran mantenidos en secreto. Si este panorama no fuera penoso de por sí, debemos recordar a la figura pública promotora de esta "iniciativa sanitaria": el príncipe Carlos de Inglaterra. En la Asamblea Anual de la OMS en 2006 Carlos disertó a los delegados respecto a las bondades de la homeopatía para el tratamiento de la diabetes y de la insuficiencia cardíaca. Es llamativo como la investidura monárquica dotó a este hombre de conocimientos sobre la salud humana sin necesidad de estudio alguno. Como anécdota, cabe recordar que fue Carlos junto al Homeópata Real de Su Alteza Isabel II y su Fundación para la Medicina Integral quienes ejercieron presión para que el centro de investigación de la Universidad de Exeter cerrara sus puertas en 2011.
¿Y dónde están los gobiernos?
El Estado parece estar cediendo su espacio, lo que explicaría que las autoridades sanitarias hayan adoptado una actitud de prescindente tolerancia. Pese a que las instituciones científicas advierten que las prácticas alternativas son inútiles y riesgosas para la población, los gobiernos permiten que estos productos se comercialicen en farmacias y que formen parte de la canasta de prestaciones de sus servicios de salud. En virtud de un acuerdo comercial de la Unión Europea firmado en 2001, los productos homeopáticos deben ser llamados "medicamentos" y por no ser de producción industrial tienen una muy escasa carga tributaria. No obstante, hay excepciones, sobre todo provenientes de países líderes en la seguridad asistencial de su población. Así, Australia rechazó validar la homeopatía en 2014, el Reino Unido ya no cubre su costo y Francia, que financiaba el 30% del costo de estos productos, anunció que evaluará la eficacia de los mismos. En España y Reino Unido varias universidades que dictaban cursos de homeopatía (obviamente financiados por los fabricantes de estos productos) decidieron que la falta de evidencia les impedía continuar con los mismos.
Pensamos que el desafío de las autoridades sanitarias está en la divulgación de los resultados y efectos adversos de estas prácticas. Se debe exigir transparencia en la información de los componentes y de los procesos de producción, almacenamiento y dispensación para proteger a la sociedad. Es seguro que quienes creen y aun más, quienes viven de estas prácticas, van a refugiarse en las presuntas limitaciones del método científico para demostrar los beneficios de sus propuestas alternativas. Como profesionales sanitarios debemos generar el clima necesario para que nuestros pacientes nos informen si piensan recurrir a estas prácticas y utilizar ese momento para informarles de los riesgos que corren y de los mínimos beneficios que obtendrán.
Quedarse callado no es respetar al paciente.
Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas