El frenteamplismo militante residual

Carlos A. Gadea

11.03.2020

Desde la asunción del nuevo gobierno el día 1° de marzo, algo viene sucediendo con una parcela significativa de la militancia frenteamplista. Puede que sea un poco el resultado de haberse emborrachado de carnaval y murgas en febrero, el síntoma de alguna resaca.

Más allá de que desde el mismo momento que Lacalle Pou ganó las elecciones en octubre corrieron una multiplicidad de discursos e iniciativas de movilización "por lo que vendría" a suceder con el gobierno multicolor, estos primeros diez días fueron pródigos en creatividad y posicionamiento político "de izquierda" nunca sospechados, principalmente por su verborragia, velocidad y disposición combativa. El dólar y el tema de la seguridad pública inmediatamente fueron, y están siendo, explotados por una ávida militancia un tanto perdida por el sacudón electoral. Es entendible, aunque, también, triste ver lo que están haciendocon un espacio político histórico del país, parecido a una performance de clown de fin de carrera.

Hay una mueca de cansancio en esos gestos militantes, de antigüedad y tela de araña, que dejan al descubierto su fragilidad, su "atado con alambre", su falta de rumbo, espontaneidad pura y cero reflexión comedida. Hay una amnesia voluntaria, una memoria perdida o que prefiere olvidar algunos momentos que puedan empañar el supuesto júbilo progresista de los últimos años. Atrás quedó el país más caro de la región, aunque se pueda fumar marihuana. Atrás quedó el país que llega a ocupar el cuarto lugar en índices de homicidios en la región, superado únicamente por Venezuela, Brasil y Colombia. Es que la memoria elige aquello que recordar, y hay mucha cosa positiva que se puede ventilar si se quiere tapar el sol con un dedo. Para quienes en los años 80 enarbolamos la bandera del Frente hecha a mano por su madre, estos diez días de marzo son como una pesadilla interminable, aquella típica del pozo sin fondo al que uno cae descontroladamente, acompañada de una imagen decepcionante que mezcla la arrogancia de sindicalistas pro-chavistas, camisetas con la bandera de Cuba en el parlamento y la falsa acusación de mal trato de la policía hacia funcionarios públicos. ¿Algún día Seregni podría haber imaginado tamaño barroquismo en caída libre de su militancia?¿Podría imaginarse lo que está sucediendo en estos primeros diez días con muchos frenteamplistas?

El tema de la seguridad pública y la política implementada por el actual gobierno en estos primeros días es un ejemplo. La avalancha de post en las redes sociales sobre los procedimientos policiales que el gobierno optó realizar, en los cuales se acusa el "abuso de poder" y la agresión física, la estigmatización social, entre otras cosas, no dejan dudas sobre el objetivo que está en el horizonte, más allá del tema en cuestión: dar continuidad a una narrativa política y cultural en la que pretende definir, de entrada, al nuevo gobierno alineado con eventuales gobiernos autoritarios, anti-pueblo, además de, obviamente, neoliberal, pro-Macri, y por ahí va. Después de 15 años de gobernar el Frente Amplio, hace 10 días gobierna lo que fue la oposición, y esto parecería representar, para algunos, una especie de salida del paraíso terrenal hacia la imperiosa y fatal necesidad de convivir en una sociedad llena de "fachos", donde campea el neoliberalismo y el autoritarismo, donde fuerzas oscuras renacieron entre los "otros uruguayos", sus vecinos, que no respetan sus ideas de izquierda. Con esto, en tan solo10 días, no dudo en creer que el frenteamplismo se murió ahogado en la playa del Buceo.

Hay estudios extensos que dicen que medidas policiales únicamente represivas no han dado buenos resultados; que más allá de sus inmediatas consecuencias prácticas, políticas de seguridad que no vienen acompañadas de medidas que atraviesan otras áreas (salud, educación) tienden a perderse en una rutina que no juega a favor de la reducción del delito y la violencia social. Por eso, poco se puede esperar de lo que está realizando este gobierno al respecto, más allá del efecto simbólico concreto y el haber atendido una de las principales demandas de la población. No obstante, el frenteamplismo que quedó girando como un trompo desde octubre no escatimó esfuerzos en desdoblarse, en estos primeros diez días, sobre los eventuales desmanes cometidos por la policía hacia jóvenes que iban al liceo, entraban a su casa o estaban en una esquina con sus amigos. Relatan en redes sociales que todo esto "ya lo vivieron", aludiendo al triste pasado que la memoria lleva a la dictadura militar, como si estuviésemos al borde de tener que soportar un diseño social muy semejante al de los años 70 y 80. Se trata de un relato que está cargado de certeza, así insisten en que se crea.

De hecho, no hay dudas que abusos e intransigencias se cometen en estos casos, y que en determinados contextos a más de uno le salta la térmica y se manifiesta el milico que lleva adentro. Pero, pensando fríamente, uno se puede preguntar: ¿de un día para el otro pasamos de estar en el paraíso de la convivialidad democrática a una nueva sociabilidad donde impera el modelo autoritario, en un efecto de pirueta social a lo Macgyver? ¿Los grafitis que puedan aparecer en algún baño de alguna facultad con alguna frase amenazadora hacia ciertos grupos sociales, son realmente algo nuevo, o lo quieren ver como algo nuevo, aunque uno siempre haya visto esvásticas en infinidad de lugares públicos? ¿No será que uno quiere inscribir eso que ahora ve en una narrativa política que precede a aquello que se ve y que se le otorga, ahora, un sentido determinado, porque conviene, ideológica y políticamente?

Hay cosas que se presentan como novedad aunque no sean diferentes. La memoria nos puede llevar, también, a los mega-operativos policiales que, desde 2010, por lo menos, se hicieron en las llamadas "zonas rojas", en los barrios más vulnerables, y que "rastrillaban" territorios enteros en la búsqueda de supuestos delincuentes. Se llevaba a 45 jóvenes a la comisaria, para liberar 43, horas después. Los barrios Marconi, Malvín Norte, el Cerro, deben recordar bien. Relación con esto tiene la Ley de Procedimientos Policiales, aprobada en el año 2008, que fue muy cuestionada en su momento por organismos de Derechos Humanos nacionales e internacionales. También la aprobación de la Ley 19.120, que modifica las faltas establecidas en el Código Penal, incrementando el carácter punitivo de actos delictivos, las nuevas tipificaciones en la Justicia Penal Juvenil, así como la aplicación de las medidas de seguridad curativas y educativas previstas en el artículo 92 del Código Penal en casos de consumo de alcohol en espacios públicos. La situación de las cárceles, un capítulo aparte. Sin embargo, para la memoria de cierta militancia frenteamplista, todo esto es algo vago, impreciso, matizado, digerido en módicas cuotas, o en su defecto justificado por una supuesta necesidad pública que procura combatir el lumpenaje y los "desajustados". 

La situación se presenta más seria de lo que se podría sospechar. El frenteamplismo está atravesando por malos momentos. Se está dejando llevar por el impulso, como se dice comúnmente. Su fuerza es incuestionable, pero es tal que traspasa ciertos límites de lo tolerable y creíble. Si se deja llevar de la mano por cabezas como la de diputados irónicos-sonrientes, por Guazones uruguayos artesanalmente elaborados a yerba mate y populismo cultural, el desbande será inminente. Lo que se ha visto en estos primeros diez días es un frenteamplismo militante residual, "lo que quedó" después de octubre. No puede creerse que alguien podrá creerles que estamos ante las puertas de gente fascista que nos gobierna, que vivimos casi al borde de una inminente dictadura, o algo parecido, "que ya viví, y no lo quiero vivir". Décadas atrás, "viejos vinagres" nos asustaban con la idea de que los rusos o cubanos iban a invadir, que los comunistas estaban entre nosotros, una especie de ciencia ficción con folklor criollo. Eran los viejos pachequistas de antaño. El frenteamplismo militante que se está manifestando se parece a aquellos viejos pachequistas; para ellos, todo se deteriora, todo va en caída libre, no hay refugio posible, el destino está marcado, un golpe puede estar a la vuelta de la esquina.

¿Será que la izquierda frenteamplista se "despachequizará", siendo capaz de hacer su inevitable autocrítica, renovación de ideas y nueva lectura del mundo? La culpa, quien sabe, la tuvo el carnaval, una expresión cultural triste, melancólica y conservadora. Bueno, tal vez no en su totalidad, ya sé.

 

Carlos A. Gadea

Doctor en Sociología. Profesor universitario en Brasil.

cgadea@unisinos.br

 

 

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2020-03-11T09:37:00

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