El sistema genera sus propios enterradores, pero no será este el caso

Carlos Pérez Pereira

21.03.2020

El PBI mundial del sistema capitalista puede menguar su crecimiento, pero no puede detener su generación. A cualquier precio y con cualquier sacrificio, hay que saberlo.

En pocos días (un par de semanas, digamos) el humor, la buena onda, el buen talante, pueden ayudar a sobrellevar las consecuencias del aislamiento y la cuarentena. Las parejas fortalecen lazos y renuevan bríos, los niños ven a sus padres a toda hora, los vínculos parentales se estrechan. Los sitios informáticos que han crecido con potencia viral (ya que estamos), neutralizan los espasmos producidos por el encierro y ayudan a resistir.

El amor se energiza en todos los planos, las habilidades antes ocultas o desconocidas salen a luz, los chistosos y cuentistas proliferan, encuentran auditorios proclives los ingeniosos. Talentos literarios, artísticos, culinarios, se revelan en estos momentos de encierro obligado. Qué lindo todo, aguantando el chaparrón con solidaridad y amor al prójimo. Hasta hemos retomado contacto afectivo (a distancia) con el tío viejo reaccionario, con el primo facho o con la cuñada comunista. Aquella tía que nos odiaba, hoy nos ama. Seguimos las reglas obligadas y nos cuidamos todos, y eso está muy bien. Con el lavado de manos, sale a luz lo mejor del alma humana y de sentimientos quizás ocultos por circunstancias diferentes, de otros momentos.

Pero pasado un tiempo (que dependerá de cada uno y su entorno) comenzará el "síndrome del presidiario", que algunos llaman "síndrome de Robinson Crusoe" o de "la tortuga en el aljibe" (sobre esto no me extenderé porque ya está harto estudiado por la psicología. Busquen allí). Y si bien el embalaje inicial puede prolongar la resistencia, solo es cuestión de tiempo para entrar en la ansiedad por la abstinencia de actos gregarios.

Después nos preguntaremos si todo valió la pena, y si las medidas que se tomaron (desde las profilácticas hasta las económicas) estuvieron a la altura de las circunstancias. Eso será a la hora del balance, después del festejo por la detención del contagioso avance de la bestia microscópica.  

Pero para ver a dónde llegaremos, veamos primero el panorama de cómo se generó todo.

El contacto humano es el mejor medio para propagar el virus, pero el pánico es el mejor carril para la profecía que se auto-cumple. Y ello sin agarrar viaje con cualquier teoría conspirativa de las que hoy pululan en las redes. Y cuando el pánico se vuelve universal, como en este caso, ya la salsa está preparada para la corrida. Condiciones hubo. Quizás si proviniera de otro país que no fuera China, la situación hubiera sido diferente. Imposible de confirmar, de acuerdo, pero sospechas hay. La gripe española en 1918 no provocó pánico, pero mató a 27 millones de terráqueos, porque esa gripe además de contagio producía la muerte al contagiado, sin andar con atenuantes. Otras gripes generadas en África o Brasil, o países asiáticos, no tuvieron tanta reacción como lo exigía su morbi-mortalidad que era, en algunos casos, hasta tres o cuatro veces la del corona. En el caso del COVID19, una vez desatada la noticia de que el virus chino mata (sin explicar que puede ser letal en enfermos pulmonares y pacientes de enfermedades inmunodepresoras) y que se propaga a gran velocidad más allá de las fronteras de origen, el pánico se dispara. (En la web hay un mapa creado por alguna mente sádicamente ingeniosa, que va pintando el avance de la bestia dia a día, hora a hora, minuto a minuto. Si alguien quiere masoquearse con el engendro googliano, ahí está a disposición).

 El Reino Unido rompió esquemas y apeló a la soberbia proverbial de los británicos. La de siempre. El virus no nos vencerá, dijo Boris Johnson, e invocó a Churchill en su lucha contra el nazismo. En realidad algún parecido tienen. Boris no se refería al COVID19, sino al virus del pánico universal. Pero Boris no es Churchill y el pánico le caminó por arriba, porque ya era universal, y el único punto en el mapa (considerando los lugares de más riesgo) que no había tomado las medidas "racionales" provenientes del centro reproductor del pánico, la OMS, era el Reino Unido. ¡Para qué! Boris las tuvo que aplicar, con un retraso considerable, por lo que, una vez pasado este momento, al despeinado ministro le pasarán factura. Pero no por la cantidad de infectados o por las muertes, que seguramente serían las mismas si las medidas no se tomaran, sino por el retraso en tomarlas.

Y lo sancionarán por supremo pelotudo, le dirán en su juicio político. Boris, no sea nabo. No es el contagio que tenés que frenar, sino el pánico que viene de otros países y que satura los servicios de salud y, ese sí, puede provocar caos y muchas muertes. Es que el bueno de Boris pensaba que la isla era realmente una isla.

Visto el tratamiento profiláctico de los demás países a este virus y a virus anteriores con morbi-mortalidad 10 veces más altas, nos queda la impresión de que las medidas que se están tomando por el contagio solo obedecen al maldito pánico, creado por el mal manejo de la información inicial. Porque la tarea urgente era contener la corrida (tipo bancaria) que saturaría a los servicios de asistencia pública o privada, provocando y retro alimentando la misma corrida. Entonces lo que hubiera provocado la muerte y la contaminación masiva, no sería el virus, sino las aglomeraciones en las puertas de los hospitales, el embotellamiento de los pasillos de las clínicas, el agotamiento de los servidores de salud, la internación y envío a casa de médicos y enfermeros en estado de estrés y el caos asistencial indefinido en curva ascendente. Ese es el verdadero virus que se propagó. Si la Gripe A, el Ébola o cualquier otro bicho de aquellos, se hubiera iniciado con la noticia acompañada de pánico, las consecuencias serían radicalmente peores. No se puede estimar hasta cuanto, pero hay alguna idea manejada por especialistas en pandemias que proyectan esos números de hoy a estados de devastación planetaria.

El virus del Corona pasará y será recuerdo. Un porcentaje de gente en situación de debilidad orgánica y sistemas inmunológicos vulnerables, morirá sin vuelta. Pasó peor con otros virus con morbi-mortalidad más feroz que éste. La mayoría (y todos podemos quedar entre ellos) solo se contagiará y nada más, pero no tendrá otra consecuencia que la de inmunizarse contra ese virus durante un tiempo. Hasta que venga otro, y esperemos que ese otro no provoque este tipo de reacciones de pánico. A ver si aprendemos de una vez por todas.

Y al final una simple disquisición, por vía de la duda razonable, en la línea muy bien planteada por el periodista Jaime Secco en este mismo medio.

¿Y si el remedio aplicado por algunos gobiernos, en el plano económico, es peor que la enfermedad y provoca en la población y en los agentes sociales activos o pasivos (empresarios, trabajadores, sectores medios y beneficiarios de planes de asistencia, etc) estrés, agotamiento, depresión, debilitamiento del sistema inmunológico que permita el ingreso de otras enfermedades, o el agravamiento de las pre-existentes, además de consecuencias sociales de relacionamiento? Es prudente analizar esa posibilidad, para, al final de la guerra, ver qué panorama queda en el campo de batalla.

Las consecuencias derivadas de las medidas de restricción económicas que hacen los gobiernos, las mismas que en 2002 y 2008 provocaron caídas de bolsas, quiebres de empresas, ceses de pagos, rupturas de cadenas comerciales, miles de parados, quiebres de seguros de desempleo, etc, reavivaron aquel viejo dicho de que, en la mayoría, de los casos, fue peor el remedio que la enfermedad y el costo final fue muy grande. Porque el sistema no para mientes, ni calcula muertos ni sacrificados, a la hora de defender sus mecanismos de funcionamiento. El PBI mundial del sistema capitalista puede menguar su crecimiento, pero no puede detener su generación. A cualquier precio y con cualquier sacrificio, hay que saberlo.

De ahí a reforzar con estas medidas a las otras cadenas de muertes que ocurren normalmente, a diario y sin pánico, de miles de humanos que se mueren por hambre o falta de asistencia y remedios, estamos a corta distancia.

 

Carlos Pérez Pereira

Columnistas
2020-03-21T08:20:00

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