De cómo des entreverar
Alejandrina Morelli
21.06.2020
De cómo des entreverar
Hay veces en la vida que los afectos, los sueños, los interesas, las inclinaciones, los trabajos, las cuentas, las vocaciones, las deudas, los deseos, las experiencias, los miedos, la compasión, la culpa o el olvido, por solo nombrar algunos de estados por los que pasa el alma humana, se entreveran, de la misma manera en que se entreveraron hoy, por ejemplo, una tijera, un auricular de celular, una cadena de plata, un aro y un alfiler de gancho en el cajón de mi escritorio.
No siempre hay instrucciones precisas para desentreverar lo entreverado por las circunstancias. Depende más bien de los objetos que estén implicados, y el lugar dónde se encuentren por eso voy a dar solo algunas reglas vagas y generales que he aprendido de tanto repetir la operación en estantes, cajones, armarios y hasta en el baúl del coche.
Mi experiencia me indica que cuando esto sucede uno debe tomarlo con mucha paciencia y en lugar de tironear como una desaforada conviene hacer todo lo contrario: estirar los cables de los auriculares lo más posible, abrir el alfiler de gancho que tiene ensartado un eslabón de la cadena y darles cierto aire, como si al estar tan apretados y juntos se estuvieran asfixiando. (algo parecido a lo que pasa con los afectos, sobre todo en las familias muy, pero muy unidas)
Jugar con la fuerza de gravedad es también un buen recurso y sobre todo tener mucho cuidado con no confundirse: muchas veces pasa que por querer deshacer los nudos los estamos haciendo y cuando ya es tarde nos damos cuenta que era para el otro lado. (también sucede cuando queremos separarnos de alguien y terminamos más pegados que nunca, por eso de que lo que resiste persiste).
Con las otras, las cosas de la vida, tampoco es conveniente tironear porque como la cadena o el aro, pueden romperse. Nada peor que un sueño roto por estar enredado con un trabajo que viene muy estrechamente vinculado a una vieja deuda que tenemos que pagar y a las cuentas de fin de mes que se pegan, como alfileres al imán, a nuestros escasos recursos.
Confieso que a mí se enredan mucho los afectos con los trabajos, sobre todo cuando estoy apasionada por lo que hago, esto de compartir pasiones es como una suerte de licor mágico que me enamora, un afrodisíaco, un viagra para el amor. Y por más que en mi cabeza resuene la frase "dónde se come no se... ", una y otra vez como el martillar de un pájaro carpintero en mi cabeza, yo no resisto y "zas" me engancho. Siempre diciéndome esto no debe ser así, esto no debería estar sucediéndome, "¿No sabés Alejandrina que estas cosas siempre salen mal?"
Ni contarles los enredos en los que me metí cuando, enamorada de una causa, terminé siendo la compañera del líder barrial, como me pasó en años setenta, un poco antes de que la dictadura nos obligara a vernos en forma clandestina. Una noche el miedo se coló por la ventana y se instaló en el living de mi casa con toda la autoridad de su milenaria existencia. Cuando él, mi amor, vino a verme le cerré la puerta porque temía que detrás llegaran las Fuerzas Conjuntas y nos desaparecieran a los dos. La siguiente noticia que tuve fue que había caído en un tiroteo en un bar de las afueras de la ciudad. La culpa se hizo nudo en mi memoria y sigue manchándome de sangre las letras cuando lo recuerdo. Eso no lo voy a poder desenredar nunca, nunca.
También hay cosas, en los cajones y en la vida, que para desentreverarlas no hay más remedio que meter tijeras. Cortar de cuajo la compasión cuando se trata de un trabajo, por más que te pidan por favor y que te conmuevan. Cortar una relación cuando el otro duda, dice que no te ama o se hace el distraído, cuando es casado o cuando eligió una forma de vida que te arrastraría al caos y al desorden. (Aunque bien sabemos que el orden de cada uno es una fantasía, un esqueleto de prejuicios y moralinas que ayudan a sostener la grasa de la parsimonia con la que se presentan a veces los acontecimientos y el músculo de la pasión.)
Hay situaciones tan, pero tan enredadas que por más que se corten no pasa nada. Como si las tijeras, las cadenas, los alfileres, y el costurero entero estuvieran pegados a un piso de goma de pegar y cuanto más una insista en separarlas más y más se enredan.
Por eso hay que tener cuidado cuando se mete tijera, porque hay cosas que se cortan, pero no del todo. La gente, por ejemplo, no se despega como los plásticos con un diluyente, las huellas de la memoria no se van con lavandina y a las culpas no se sacan con un quitamanchas.
Eso sí lo aprendí.
Estas instrucciones, como ven, servirán para desenredar auriculares, pero no palabras, cadenas pero no testigos, aros pero no sortilegios, gomas de borrar pero no memorias, anillos pero no compromisos, tesoros pero no amores, teclados pero no sueños, navajas pero no heridas. Lo siento.
Alejandrina Morelli es argentina, periodista, escritora, emprendedora, gestora cultural, trabajó como corresponsal de diarios uruguayos en Buenos Aires. Diriigió dos ediciones del Festival Internacional de Cine de Punta del Este, donde vive desde 1996. Fue Coordinadora de la edición 2013 del Festival de Cine de Derechos Humanos.
Fue nombrada ad honorem Responsable de Cultura de la Dirección de Género de la Intendencia Municipal de Maldonado.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias