El amor de abuelo en tiempos de pandemia

Héctor Musto

21.06.2020

Como persona razonablemente formada en biología, me cuidé desde el principio de la pandemia. Me pareció fenómeno eso de cuidarse, de quedarme sin salir, de usar, para las mínimas salidas imprescindibles, el tapabocas.

 

Y como, lo reconozco, soy un tipo al que estar encerrado no me molesta demasiado, ya que la lectura de novelas, las buenas series, leer artículos científicos, intentar escribir algo científico en realidad me gusta mucho, debo reconocer que el hecho de estar encerrado (algunos días solo, otros con mi compañera) no me afectaron demasiado. 

Además, aunque no me gusta nada, el hecho de tener que preparar clases sin ver a nadie, me ayudó a leer tranquilo, sin grandes apuros. Claro que "dar" las clases por Zoom no me gustó... prefiero estar con los estudiantes e interactuar con ellos. Pero bueh, es lo que había que hacer, y lo hice. Y hago. Siempre respetando todo lo que se supone que debo hacer. 

Y continué, de la forma indicada, mis tareas de cogobierno. Como integrante del Consejo de la Facultad de Ciencias, "concurrí" (entre comillas) hablándole a la computadora, sin sentir de cerca a los compañeros del consejo, de los tres órdenes y a mi Decana. Era, y es, lo que había que hacer, y lo hice. Siempre ateniéndome a lo que la evidencia científica marcaba. Y que, demás está decir, compartí... me pareció bien y así lo hice. 

Y hasta hice algo que no creí posible. Como quizás algunos saben, en el programa "En Perspectiva" coordino, colaboro, ayudo, o como le quieran decir, a la Mesa de los Científicos. En estas condiciones hicimos dos: una con matemáticos y otra con científicos jóvenes. Hicimos esos dos programas no en vivo, en el estudio, como me siento más cómodo, sino a través de internet. Y creo que salieron razonablemente bien.

En resumen, creo que me porté bien. Hice lo que lo que había que hacer. 

Pero claro, la vida está más llena de matices de lo que uno a veces piensa. 

Llegó el día del abuelo. Con mis hijos había, obviamente, estado en contacto. Todo este tiempo, en contacto. Usando el WhatsApp, nos habíamos "visto", "charlado", compartido todo lo que significaba esto de estar aislado, sin vernos. Pero mis hijos son grandes, y de repente, eso de no "verlos", más allá de extrañarlos y querer darles un abrazo grande, esos de padre, nos hacía falta, tanto a mi como a ellos tres. Pero, al menos yo, la llevaba. "Hagamos lo indicado, lo que hay que hacer". Y mis hijos, adultos, lo entendían y me respetaban (y respetan), que me cuide. 

Después de todo, tengo 67 años y estoy en edad de riesgo. Pero, repito, llegó el día del abuelo. Y me empecé a imaginar ese día sin verlos. Y el amor, ese puro amor que siento por estos cinco nietos que la vida me regaló, y que es recíproco, de ida y vuelta, pudo más. 

Y el viernes pasado, 19 de junio, más allá de mis miedos, el amor "me pudo". Y de mañana fui a Capurro, para estar con Matucho y el Piolín. Desayunamos juntos. Sin tapabocas les di besos, los abracé, los sentí cerca y míos de nuevo. Y compartí las serpientes más grandes del mundo y videítos de monos. Teniéndolos cerca, sin pensar en nada más que en nuestro amor. Y luego fuimos, con mi compañera, a Salinas, a ver a Pipo, Nina y la Polola. Y sin "cuidarnos" nos abrazamos, besamos... y compartimos de nuevo la magia que solamente existe entre nosotros, haciendo chistes, riéndonos de esas cosas que solamente existen entre abuelos y nietos. 

Fue la primera vez que falté a lo que como científico, entiendo debo hacer. No sé si estuvo bien o mal... probablemente lo último sea cierto. Pero el amor entre abuelo y nietos, entre nietos y abuelo, es más fuerte que cualquier otra cosa. 

De nuevo los tuve a los cinco en mis brazos. De nuevo los besé. De nuevo me besaron. De alguna manera, de nuevo los sentí como desde que nacieron, mis nietos. Quizás estuvo mal, pero no me arrepiento. Yo los necesitaba y ellos me necesitaban a mi. 

Eso es mi amor. 

Amor de abuelo (y de nietos) en tiempos de pandemia.

Columnistas
2020-06-21T18:29:00

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