La necesidad de recomponer la esperanza

Carlos Pérez Pereira

14.09.2020

Este gobierno no solamente es de tono o de inclinación neoliberal, es neoliberal derecho viejo. Lo ha explicitado de todas las formas posibles, con una abundante exposición mediática y el hábil manejo político-literario de símiles que serán pasto para ávidos estudiantes de semiología en sus tesis de Maestría.

Recordemos la célebre imagen del partido de fútbol en la altura, o aquella de las perillas, simpático símil que fue dejado de lado por inconfesos motivos, aunque sospechamos que se debe a que el término "Perilla" seducía a los talentosos buscadores de apodos a los gobernantes.

El más didáctico símil utilizado por nuestro Presidente, es el de los "malla oro" y el pelotón de "los que vienen atrás". Deberán los historiadores del futuro exprimir su capacidad indagatoria para encontrar otra confesión tan descarnadamente clasista como la que se expresa con esta figura literaria. Y no es que sea algo sorprendente y nuevo, no. Es que dicho en forma tan flagrante, hasta produce cierta perplejidad. El gobierno anuncia que apuntalará el desempeño en la vanguardia de "los malla oro" porque son los "que tiran hacia adelante al país". En criollo básico, el gobierno no viene a gobernar para los rezagados en reparto de beneficios del producto (además de descargar en sus espaldas la crisis sanitaria), y ni siquiera para los trabajadores y empresarios pequeños o medianos que se apiñan a la zaga. Y lo peor: no considera a éstos como protagonistas de una probable recuperación de la economía del país. Su preocupación se orientará hacia quienes comandan el pelotón, que en el futuro son quienes nos sacarán del pozo. Mientras tanto le pide el sacrificio mayor e inicial a los del pelotón general. La gente que votó sabía a quién votaba, y si no lo sabía ahí lo tiene, en genio y figura. A muchos se les dijo y muchos lo pudieron prever y evitar, si no hubiera mediado algún otro tipo de valoraciones para la emisión del voto. El futuro cercano dirá si las valoraciones que hicieron negar el voto a un cuarto gobierno de la izquierda, compensan el sacrificio al que se somete a la mayoría del pueblo uruguayo.  Porque la cuestión no es decirles que vayan "a llorar al cuartito", sino que vamos a llorar todos. O casi todos los que no sean considerados como malla oro.

Al Presidente no le vino ningún tic, cuando lo expresó en rueda de prensa. El plan de bajar gastos "innecesarios" (¡bajen el costo del estado!) para abaratar los costos generales de empresas y servicios públicos, significa quitarle beneficios a la gente, logrados en el gobierno anterior. Con esto se estima ahorrar 900 millones de USD, según dicen "para enjugar el déficit fiscal". ¿Pero es cierto eso? Tengo mis dudas. No creo que el gobierno lo haga obsesionado por la "carrera desbocada" del déficit (qué dejaríamos a gobiernos cuyo DF llega hoy a un 110% de su PBI, como EEUU, por ejemplo), sino que su principal objetivo es el de favorecer a los poderosos dueños de este país y sus riquezas. La coherencia es notable y se advierte con un ejemplo: en búsqueda de eficiencia, baja salarios de funcionarios del pelotón y sube salarios de directores para que no se vayan a empresas privadas. Es una forma nada sutil de privatizar las funciones del Estado. Cuando estos tecno-burócratas de la actividad privada se emplean en el Estado, no lo hacen por aquella vocación de servicio proclamada por el actual Presidente, sino para su lucro personal. Punto para las leyes del mercado y punto para quienes utilizan al Estado como fuente de ingresos.

La motosierra ataca de nuevo.

De mantenerse esa línea, con las consecuencias que las medidas restrictivas tendrán en el escenario socio-económico, no hay garantías de que al final de este período, y con todo el sacrificio a que se nos condena, el déficit se reducirá en relación a cómo estaba cuando asumió el Equipo Económico entrante. La pregunta para quienes proyectan estos números en el futuro es: ¿a cuánto llegará el actual DF y cuánto podrá disminuir, una vez que ocurran las previsiones sobre crecimiento del PBI, de la Deuda Pública y de la recaudación impositiva? ¿Cuándo se revertirá esta historia? Por lo pronto, merced a la pandemia y por razones no atribuibles al gobierno, la cota deficitaria ya subió y está cercana a los 6 puntos del PBI.  La propuesta implícita en el Presupuesto Quinquenal, suponemos que con el complemento de otras medidas que tengan que ver con políticas de inversiones y ajustes de pagos de la Deuda Pública, etc., es reducir el DF en 2.5 puntos del PBI en el período, lo que llevaría de los casi 6 puntos de ahora a 3.5 al final del período, o sea que quedaría a apenas un punto por debajo del déficit recibido del gobierno anterior. A decir verdad no es para tanto el escándalo. Quizás tengamos que considerar en cualquier hipótesis futurista, otras contingencias, como la inversión adicional en UPM 2 y en una supuesta tercera planta de UPM, que el gobierno tendría en la manga. Habrá que ver si el negocio futuro de la pulpa de papel, con la recesión furibunda que hay en el mundo (se calcula para las economías más fuertes entre un 10 y un 12% de promedio) no frena a los finlandeses para producir dos veces más de lo que produce una de las tres plantas más grandes del planeta. Está por verse. Y muy probablemente, se especula, esa tercera planta quede para más adelante.

El mundo en la aldea.

Parece improbable que el gobierno cumpla con las metas establecidas en su presupuesto, porque no tiene en cuenta varias cosas. Una de ellas es la baja de la producción media mundial y el descenso brutal del consumo en países importadores. Agreguemos a ello las medidas de proteccionismo cerrado que están tomando algunas economías de gran escala, que amenazan restringir sus importaciones a niveles que meten miedo, y a subvencionar (bajar costos) sus rubros exportables. Por lo pronto ya vemos las dificultades de colocación de productos en la UE y las dudas en cuanto al tratado comercial con el Mercosur, con la excusa de los incendios amazónicos. Para colmo de males, con China, la única que crecerá, aunque muy por debajo de su promedio de los últimos 20 años, el futuro comercial también es incierto, sobre todo por la competencia despiadada con quienes producen lo mismo que nosotros, como Australia, Nueva Zelanda, Brasil (este está produciendo carne casi igual en calidad que la uruguaya, pero más barata y en mayor cantidad) y otros, que entran en China como taponazo. En muchos rubros el descenso del consumo tiene la contrapartida de la baja de precios, porque aumenta la oferta y se hace más difícil competir en el mercado planetario. Y en ese mercado, donde no hay "parientes y amigos" sino intereses, el escenario no es favorable para países pequeños que compiten en los mismos rubros con grandes productores. También incidirá la situación caótica de la economía regional (Argentina y Brasil) que siguen siendo nuestros socios principales. Porque una cosa es proclamar la apertura de mercados y otra muy diferente es conseguirlos. Y, si bien toda exportación favorece a la recaudación de la DGI, no siempre significa ampliación del mercado de trabajo en el país, por lo que aquella contradicción principal subsiste.

Otra situación que el gobierno aparenta no tener en cuenta es como queda la economía local, con el quiebre del circuito comercial de cientos de pequeñas empresas, que emplean a mucha gente entre formales e informales. Parte de esa gente está hoy contenida por recursos que provienen de las políticas sociales anteriores (integración a sistemas de salud, ampliación de seguro de paro, asistencia de MIDES, etc), pero en cuanto comiencen a menguar esas subvenciones, la pobreza se incrementará con todas sus consecuencias: la marginalización de los circuitos de comercio y producción, menor oferta de empleo, de asistencia médica, etc. Acá cabría preguntar cuáles de los "malla oro" tienen la capacidad de generar riqueza productiva con creación de fuentes de trabajo para aliviar la desocupación que vendrá. No hay claridad en esas perspectivas si analizamos un sistema productivo más tendente a la exclusión que a la inclusión. Todo tiende a abonar la idea de que la situación de la gente empeorará, lo cual traerá pérdidas para el comercio local, para la industria local de alimentos, vestimenta y para las empresas que participan en cadenas de producción y servicios. Hasta ahora, el gobierno ha afirmado su idea de no apelar al keynesianismo (pese a que su Ministra le generó algún breve entusiasmo) para incrementar la capacidad de consumo interno, como forma de levantar a la producción y el empleo local, que sería lo más aconsejable en estas instancias. Esto supondría políticas muy diferentes a las que está implementando, y de signo contrario a las que se expresan en la Ley de Presupuesto Quinquenal.

Por este círculo vicioso, la recaudación fiscal entrará en declive. Esto es el fondo de lo que están decidiendo hoy en el Parlamento, y que saldrá sin dudas con votos de la coalición. Y quien sabe si la reconocida capacidad para incidir en la opinión pública a través de los medios, podrá armar un relato que convenza a la gente de no perder la esperanza en que las mejoras prometidas llegarán. Porque la pérdida de la esperanza en un futuro, más o menos cercano, puede ser el resultado de la acumulación de descontentos. En la crisis del 2002 la gente se esperanzó con la llegada de la izquierda para resolver los problemas del país. Por mucho menos que aquello, esa misma gente se ha jugado por otra cosa en las elecciones pasadas. Veremos qué pasa con estos nuevos y seguros problemas que se avecinan. Eso no dependerá solamente de cómo se planta el gobierno en el escenario futuro, sino también de cómo se reconfigura y reprograma la izquierda para recuperar la esperanza de la gente.

Carlos Pérez Pereira

Columnistas
2020-09-14T11:29:00

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