El perfume embriagador de lo posible
Sergio Reyes
18.09.2020
Pese a su impronta católica, el gobierno no descansa los domingos. En la noche del 29 de febrero se cambió el logo de la Torre Ejecutiva, y aquello que en su momento pareció apuro, era en realidad el primer movimiento de un cuidadoso plan.
Desde entonces no nos hemos podido acostumbrar a ese vértigo en el que todos los días ocurre algo que desplaza o anula lo que pasó ayer. Impiadoso con el pasado reciente, el gobierno celebra este perpetuo presente ignorando conscientemente lo que parece cernirse en el horizonte.
Todo ha sido poco para el gobierno. En tan solo siete meses instaló su impronta con una sinceridad que asusta. Si el silencio caracterizó a la campaña electoral del actual presidente, su práctica en cambio, apabulla a mensajes. El neoherrerismo es este vitalismo pragmático televisado que sacrifica el futuro levantándole altares al presente.
Vivir en un perpetuo presente es el marco del plan. Tomar la mayor cantidad de decisiones en el menor tiempo posible es su lógica. Alterar la tendencia de la distribución de la riqueza de estos últimos años, su objetivo. Dos leyes "ómnibus" en apenas 8 meses con decenas de contenidos controvertidos y cientos de artículos, negociados dentro de la lógica de la Coalición multicolor, intentan cederle el paso a un país diferente al que se intentó construir en los últimos quince años. El plan oficialista parece claro, porque siendo consciente de la precariedad institucional de la coalición, intenta aprobar su plan de gobierno en menos de un año, que quizá sea el tiempo que dure el contubernio.
Sin embargo, la novedad no está en la propuesta del gobierno, porque si bien la campaña electoral fue pobre (y la responsabilidad no fue exclusivamente suya) la ideología y el propósito de la coalición eran previsibles. Lo nuevo es la forma en que se ejecuta el plan. Y es por esto, por ese plan muy bien diseñado y mejor implementado es que está parado en el centro de la política, marca la agenda y distribuye el juego a su placer.
La LUC y el Presupuesto Nacional expresan una ideología que sospechábamos, pero se definen en una estrategia que no conocíamos. La cantidad y variedad de contenidos son una verdadera ofensiva contra la sensibilidad construida en estos últimos años. Las negociaciones entre partidos en el gobierno siempre han sido el resultado de coincidencias estratégicas y discrepancias tácticas; ese espacio era el terreno de disputa y ejercicio democrático. Hoy el acuerdo estratégico diluye al mínimo cualquier diferencia; y el centro de la coincidencia es detener un proyecto de país que con errores (unos cuantos) soñaba con un Uruguay menos enfocado en el orden y el punitivismo.
La LUC y el presupuesto nos muestran los sueños de ese país conservador. En esos paquetes va todo. No importa si se expropia algo o se lesiona algún derecho, porque si algo molesta, en los medios escucharemos: "el gobierno sabe dar marcha atrás". Así el estado de las cosas con una coalición que negocia sobre la base de los hechos consumados y del "si pasa, pasa". La correlación de fuerzas (un concepto sesentista si los hay) da para eso y mucho más.
El gobierno propone lo que quiere porque simplemente puede hacerlo. Hoy es inmune a la crítica. Hoy todo es posible para el modelo conservador. Y es que el poder tiene eso, cuando siente que todo es posible vive en un clima embriagador. Y no se detiene, aunque sus sueños sean las pesadillas de los demás.
Hacer lo que uno quiere sin reparar en nada más parece ser el lema silenciado. Hoy el gobierno no tiene necesidad de soñar: su deseo está desbordado de una realidad que le muestra que hoy todo parece posible. Y en su andar triunfal lo consume todo a su paso. Se venden aviones, sillas que sirven de estrados para discursos presidenciales, se permiten fiestas en la Rural, los ministros se olvidan de informar a un presidente que siempre está en todos lados. Aquella inmunidad a la crítica deviene ahora en impunidad, simplemente porque puede hacer lo que quiere. Me viene a la memoria aquella expresión de Kierkegaard, sobre "¿hay algo más perfumado, más chispeante, más embriagador que lo posible?"
Hoy el gobierno está enamorado de sí mismo, en momentos que hubo un paro general, que no puede ser "un paro más". Por el bien de todos, de quienes apoyan al gobierno y de quienes nos paramos en la oposición, precisamos que el paro sea algo más que eso.
Es necesario que se transforme en condición de posibilidad para la emergencia de un país que sea capaz de dialogar y negociar con seriedad.
Sergio Reyes es sociólogo. Integra la directiva de Anong (Asociación de ONG Orientadas al Desarrollo)
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