La educación de la moralidad para padres e hijos, en el contexto de la nueva normalidad
Lic. María Cristina Azcona
20.10.2020
Los que ya somos adultos estamos inmersos en demasía en un entorno violento, al que lamentablemente ya nos hemos habituado. Pero la educación sigue siendo un remedio infalible para propender al logro de un hábitat más pacífico en el que nuestros hijos y nietos puedan crecer, mediante la creación de seres más libres y más críticos y pensantes.
La verdadera inteligencia y la verdadera sabiduría nunca pueden producir violencia, ya que ésta no es otra cosa que el producto de la ignorancia, no sólo intelectual sino también emocional y moral.
¿Es la vida un valor primordial en algunas culturas y no en otras? ¿No es acaso un bien que tendría que ser universal, más allá de las diferencias raciales, religiosas o culturales? ¿No podría ser acaso un camino hacia la paz intercultural a nivel mundial, abrazar la defensa de la vida como primer paso de encuentro?
El intercambio de valores educativos y culturales en una y otra dirección, es probablemente el camino más directo que tenemos a la mano para construir un nuevo horizonte más pacífico y consiguientemente menos violento a nivel global.
En el contexto de la cuarentena por Covid 19, en este complicado e insólito año 2020, podemos añadir la necesidad de un profundo replanteo de la manera en que comunicamos los valores que pretendemos transmitir a las nuevas generaciones, y hasta cierto punto la manera en que podemos lograr éxito en el empeño, alcanzando su aceptación o identificación con nosotros como modelo digno de ser imitado. Porque si hacemos lo contrario de lo que decimos, estaremos muy lejos de lograrlo.
Es un buen momento y una oportunidad irrepetible, al estar mundialmente en confinamiento familiar por Covid, tratar de realizar cambios necesarios y ajustar tornillos que estaban ciertamente flojos, en cuanto a la educación familiar de los menores.
Resulta clarísimo ahora, lo que antes se nos hacía oscuro al entendimiento.
Claro, eso era lo que pasaba: Los padres pretendían educar a los hijos en una media hora diaria antes que se fueran a dormir.
-Contame lo que hiciste, ah, sí eso sí, ah no, eso no me parece bien, listo, a rezar y a dormir-
El resto del tiempo los padres mayormente ausentes física o mentalmente y muchas veces totalmente ajenos a la vida moral de sus hijos pequeños o adolescentes.
Ahora en este año, Covid 19 mediante, y gracias a Dios diría, a pesar de las numerosas y graves consecuencias, los padres tienen la oportunidad de observar, monitorear y con horror están dándose cuenta que hay un mundo de relaciones en redes sociales y en el barrio incluso, que rodea e influencia a sus hijos muchísimo más que sus insípidas y poco consistentes recomendaciones nocturnas.
Por eso era que caían en la droga y en el sexo desprejuiciado. Por eso era el embarazo precoz. Por eso ahora después de agarrarse la cabeza, algunos padres inteligentes pueden empezar a pedir ayuda y a tratar de darles un mejor futuro a sus hijos.
La educación no es un entrenamiento sino una construcción sólida de un concepto de humanidad que remite a una idea del hombre como ser digno y a la vida como valor a ser defendido y protegido, en armonización con el medio natural que nos rodea.
Nos sentimos felices cuando vemos a nuestros niños crecer y hacerse adultos responsables. Pero también debemos ponernos como objetivo de su formación que sean felices y no solamente que satisfagan nuestros propios objetivos familiares. Su felicidad se basa en la concreción de una personalidad fuerte, auténtica, consistente y coherente con los valores más elevados. Su felicidad será su orientación al Bien.
Aristóteles dijo que la felicidad es la búsqueda y la contemplación del Bien y que la inteligencia, que es la luz del alma, será quien guíe a la voluntad en esa búsqueda.
Por eso educar a los hijos en esa búsqueda, en la que toda vida humana está involucrada, debe contemplar cada aspecto de la personalidad, desde lo cognitivo e intelectual hacia lo físico-deportivo pasando también por la capacidad de ser feliz y por su desarrollo volitivo y caracterológico.
En el otro lado de la realidad, la educación rescata a los menores que viven en la pobreza, porque es capaz de salvarlos de un futuro doloroso de delincuencia, prostitución, enfermedad, vagancia y abuso de drogas. La educación en este sentido puede ser un instrumento insuperable para lograr formar seres armónicos y a la vez poco influenciables por la maldad circundante.
La paz interior del niño y del adolescente tiene que ver con una conciencia libre de sentimientos de culpabilidad. El hijo debe aprender a estar bien consigo mismo y en armonía con los valores de sus padres.
Pero ¿Qué sucede cuando son los propios padres quienes entregan a su hijo para que sea soldado del narcotráfico o su propia hija para que ejerza la prostitución?
¿Qué sucede cuando el abusador secreto de esa criatura es el responsable de su cuidado?
Esto lo vemos desgraciadamente con muchísima frecuencia en todos los niveles sociales.
Dentro de las cuatro paredes de una casa, cuando no hay testigos, el infierno de la depravación a veces se desata y hay víctimas inocentes, pequeños que no podrán defenderse y anularán su capacidad cognitiva para no sufrir, cerrando su futuro y volviéndolo vulnerable a los mercaderes de almas.
La sociedad no puede cerrar los ojos y los oídos a los angustiados pedidos de ayuda de estas voces infantiles.
Hay leyes que redactar y votar, hay delincuentes que deben responder ante la justicia, hay docentes que deben escuchar a sus alumnos y citar a esos padres y marcarles los límites. En fin, hay mucho trabajo por hacer si queremos cambiar el mundo y volverlo menos disparatado y más coherente.
Pero para eso debemos tomar al toro por las astas y no por la cola. Eso significa tomar a los padres y empezar por ellos.
¿Dónde duerme su hijo?
¿Tiene una cama propia o duerme con ellos?
¿Tienen conductas inapropiadas delante de su hijo?
¿Un hermano adolescente duerme con otro menor de seis? ¡Qué actitudes tiene delante del hermanito? ¿Los padres están al tanto?
Por eso debemos analizar el estado de ese hábitat moral en el hogar y ayudar a que se pueda manejar mejor la convivencia, mejorando las condiciones socio ambientales básicas de ese hijo. La erotización excesiva del hijo en edades tempranas retarda el crecimiento intelectual. Esto lo he constatado en más de cuarenta años de consultorio familiar e infantil. El co-lecho por ejemplo, que hoy se defiende como positivo, en la experiencia laboral se evidencia el daño que provoca en la concentración diurna posterior.
No solo de pan vive el hombre, porque si bien la nutrición es crucial, también el niño para hacerse un hombre sano necesita: Una cama, una higiene diaria, un amor sano y respetuoso, como base mínima de su vida. Porque sin eso no podrá crecer ni desarrollarse.
Pero ¿son solamente los menores los que podrían beneficiarse de una educación orientada a la no violencia y a la paz en el sentido positivo, como convivencia armónica?
Una educación basada en el respeto a la dignidad del niño es el primer paso para modificar ese ambiente íntimo y muchas veces fuera de límites sanos de convivencia.
Debemos incluir la educación permanente o la educación del adulto, en la educación de la paz. María Montessori dijo "la vida de las poblaciones depende de la paz y quizás también el progreso o la extinción de la civilización entera" y promovió fuertemente el objetivo de la paz en las ciencias educativas.
Debemos buscar herramientas de educación de la comunidad adulta a nivel mundial, en valores de paz y armonización personal, familiar y social
Lic. María Cristina Azcona
Piscopedagoga y Orientadora Familiar
Presidente de Paziflac (IFLAC en Latinoamérica) - Rama latinoamericana del Foro Internacional de Cultura de la Paz y de WWPO, Worldwide Peace Organization-Organización por la Paz Mundial
Presidenta del Foro Permanente de Montevideo para la educación sobre la drogadicción y la explotación laboral y sexual de niñas y adolescentes
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias