“Yo soy antisemita"
Luis C. Turiansky
02.11.2020
A propuesta de su sucesor en el cargo Keir Starmer, el ex jefe del laborismo británico Jeremy Corbyn ha sido suspendido de las filas del partido y del grupo laborista en el Parlamento. Su principal crimen: la acusación de antisemitismo elevada por diversas fuentes.
En el curso de su actuación al frente de su partido, Jeremy Corbyn fue acusado de muchas cosas: a la crítica elemental de incompetencia sucedieron diversos ataques más o menos graves, que habría sido en su juventud agente soviético en el movimiento por la paz, que es un "radical peligroso", o que se inspira y recibe apoyo de la secta de "Iluminados"... En su presunto papel de agente del bloque comunista coincidió casualmente con otro socialista, nuestro Vivián Trías.
Pero el golpe más contundente, que probablemente le costó el puesto, ha sido y es el de ser antisemita.
Por cierto, después de la experiencia histórica del nazi-fascismo y la segunda guerra mundial, no está mal que la izquierda europea se movilice por fin contra esta variante del odio al prójimo, precisamente cuando es notorio que estamos en presencia de una peligrosa reaparición del fenómeno en muchos países. No obstante, no es precisamente la izquierda la más afectada, más bien habría que fijarse en las posiciones de la ultraderecha.
Ahora bien, ¿en qué se basan las acusaciones contra Corbyn? Si nos atenemos al informe presentado por la organización no gubernamental independiente Comisión sobre Igualdad y Derechos Humanos de Gran Bretaña (EHRC por su sigla inglesa), que sirvió de base, fuera de frases generales sobre la gravedad del antisemitismo de nuestros días y testimonios individuales, en el fondo el acta de acusación se basa en tres elementos políticos: el apoyo a la causa palestina, la crítica a la política oficial de Israel y la defensa de otras personas acusadas de actitudes similares o incluso influidas por ideas antisemitas, en consideración a su derecho a la libre expresión de opiniones en el seno del partido.
Sucede que un partido que no se rige por el "centralismo democrático" en el estilo instaurado por Lenin en su época, debe aceptar la pluralidad de opiniones toda vez que se ajusten a la ley y no signifiquen ataques desmedidos a la integridad y el honor de otras personas. Habida cuenta de que el laborismo británico cuenta con más de medio millón de adherentes, es natural que también en sus filas se manifiesten ideas racistas, entre ellas el antisemitismo.
Lamentablemente, vivimos un momento especial en el que los sentimientos de las comunidades judías en todo el mundo se encuentran hipersensibilizados a raíz de intensificarse los actos criminales perpetrados contra sinagogas, escuelas, cementerios y personas de clara ascendencia judaica (el atuendo, por ejemplo). Se suma a esto el sectarismo sionista, que pretende identificarse como única expresión legítima de la individualidad judía e Israel como su lógica materialización legal. Si bien la definición de antisemitismo formulada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA por su sigla en inglés) es bastante general ("El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto" - traducción oficial), le siguen ciertos ejemplos ilustrativos de lo que podría considerarse una actitud antisemita, entre ellos: "establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis".
Es sabido, no obstante, que ningún pueblo está vacunado contra el fascismo. En consecuencia, el día que en Israel se instalen campos de concentración para palestinos expulsados de los territorios anexados (ya hoy es delito si un ciudadano israelí árabe se niega a aceptar la definición de Israel como "Estado judío") y otras medidas semejantes a las que tenían lugar en la Alemania nazi, será penada su divulgación por la prensa.
Varios parlamentos del mundo, al recoger en la legislación esta definición, han querido ser más explícitos y han agregado entre las causales "las críticas infundadas al Estado de Israel". Demás estar decir que el carácter infundado o no de una crítica es de por sí un juicio subjetivo. En el caso de Uruguay, vale el Comunicado de Prensa Nº 05/20 del Ministerio de Relaciones Exteriores, 27.1.2020 (todavía bajo el gobierno del Pte. Tabaré Vázquez), por el cual se declara la adhesión a la definición de la IHRA, donde nuestro país participa en calidad de observador.
Una vez un par de islamistas enloquecidos penetraron en la redacción del periódico Charlie Hebdo en París y asesinaron a mansalva a todos los redactores presentes, en represalia por haber salido en una carátula anterior una caricatura infamante del profeta Mahoma. El crimen se ha considerado a justo título un acto de terrorismo y, en signo de solidaridad, en muchos sitios se puso en boga la consigna "Je suis Charlie", es decir, "Yo soy Charlie".
Pues bien, yo, el autor de estas líneas, judío de origen por parte de ambas ramas de mis progenitores, si es aplicable la definición de la IHRA con todos sus ejemplos ilustrativos, debo confesar que sí, soy antisemita.
Me pregunto cómo es que a nadie se le ocurrió, en aras de difamar, decir que Vivián Trías, además de agente checoslovaco, era un antisemita empedernido.Luis C. Turiansky
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