Mi carnicero y los precios de Ancap

Jaime Secco

19.11.2020

La carnicería de mi barrio tiene una política de precios muy similar a la de Ancap.

Javier Calvelo / adhocFOTOS

Compra medias reses a unos 160 pesos el kilo. Pero no vende todo al mismo precio. La colita de cuadril la vende más o menos a $400 y la falda a $200. El lomo a $600. Con un poco de suerte, ese esquema le permite vender todos los cortes de manera pareja, sin que le queden sobrantes.

Ancap compra petróleo y lo refina dividiéndolo en varios productos: desde el alquitrán y el fueloil, pasando por el kerosén, el gasoil, las naftas, solventes y, el más liviano, el supergás. Vende todo a precios distintos para que, en lo posible, no le quede nada de clavo.

Un amigo mío suele ir a un pueblo del interior a visitar parientes. Siempre vuelve con varios lomos de vaca. En ese pueblo prefieren carnes con más grasa, aunque sean más duras y su carnicero, que probablemente faene él mismo, vende el lomo mucho más barato que en Montevideo. 

¿No se podría proponer que alguien importe lomos de pueblos del interior para vender en Montevideo? Los consumidores agradecidos. Pero la idea parece tener dos tipos de inconveniente. Primero, mi carnicero tendría que subir todos los demás cortes si deja de vender lomo a $ 600. O sufriría importante déficit; quizá tendría que cerrar. Segundo, seguramente hay reglamentaciones que regulan la faena y distribución de la carne; sin ellas, estaríamos todos muertos.

¿E importar sólo gasoil? Parece que a alguien que un día habló con un viajero se le ocurrió esa idea genial. Pero no parece tan genial a poco que se la mire con detención. Primero, importar un sólo producto va a distorsionar toda la escala de precios de Ancap, con perjuicio para los consumidores de los demás derivados del petróleo, o llevaría a que Ancap sufra pérdidas. Segundo, es cierto que el rubro de los hidrocarburos, por ser estratégico y mover mucho dinero, tiene un montón de reglamentaciones. Por ejemplo en materia de calidad, porque los precios que se ven por ahí no son del mismo tipo de gasoil que vende Ancap. Puede revisarse alguna norma, pero sin cierto tipo de reglamentación, toda la economía sufriría.

Por otra parte, la compra de refinados no es algo nuevo. Una de las reglamentaciones establece, desde tiempo inmemorial, que el gasoil se venda más barato que la nafta, aunque producirlo cuesta lo mismo. Eso es para beneficiar a los productores agropecuarios, transportistas y otros, a quienes los propietarios de automóviles nafteros subvencionan desde hace décadas.

Pero, hecha la ley, hecha la trampa. En Uruguay todo el mundo quería tener un gasolero. El resultado fue que sobraba nafta y faltaba gasoil. Bien, durante mucho tiempo Ancap vendía nafta refinada e importaba gasoil. Luego, en el primer gobierno del Frente Amplio se sustituyó la diferencia de precios por subvenciones directas a distintos sectores, cosa que luego se revirtió en parte. Eso es alguna de las cosas que puede rediscutirse.

Hay un último problema. Importar y distribuir combustibles exigiría de un particular un capital y una infraestructura tal que no parece haber interesados y, de haberlos, luego de pagar los costos el precio de venta no sería en ningún caso el codiciado precio de remate de países petroleros y el Golfo de México que algunos ven en sus computadoras.

Por ejemplo, Ursea dice que el gasoil puede venderse $ 6 pesos más barato. Pero en ese precio, que solo contempla las pizarras, no incluye todos los costos necesarios para sustentar un negocio y su infraestructura. Si no, el importador sufriría falta de inversión como Repsol en Argentina o vendería a precios menores a sus costos, como los vascos que distribuían agua en Maldonado. O sea, Ursea no podría importar el gasoil $ 6 menos

Los consumidores que sueñan con esos $ pesos de ahorro se verán indefectiblemente frustrados. 

Quedarán, como mi amigo, soñando con el lomo barato las semanas en que no le toca visitar a sus suegros.

Jaime Secco
2020-11-19T06:12:00

Jaime Secco

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias