“La mañana siguiente”
Ismael Blanco
18.12.2018
Mañana a mañana me planto sobre mis pies, me alzo y entre otros rituales del día a día, termino mirándome en el espejo.
Es en ese momento en el que - de acuerdo al grado de franqueza que uno tenga sobre sí mismo, su cota de amor propio y también porque no el grado de impudor que se haya desarrollado - percibimos cierta advertencia en el reflejo de nuestro rostro sobre la tabla de cristal azogado.
Diría que si este mecanismo se utilizara con un mínimo de rigurosidad sirve de autoexamen de consciencia económico y a mano de cualquiera, al punto que no es cosa de locos aprovechar la ocasión para entablar en voz alta un diálogo con uno y permitirse echarse una buena puteada si corresponde. Debo decir que es muy útil este mecanismo en tiempos de "autoengaños", desencantos, desilusiones, pero por sobre todo ayuda a dejar de lado el mal hábito de la excesiva tolerancia y su ejercicio cotidiano anima y fortalece el hábito de decir todas las cosas que pensamos sin cumplidos, sin rodeos ni ambigüedades. En resumidas cuentas, un remedio perfecto cuando la autocrítica y la sinceridad parecen haberse perdido en el bosque oscuro e impenetrable de la hipocresía y la falsedad.
Lo dicho viene a cuento a partir de algunas cuestiones sobre las que he estado reflexionando. Que, si bien la autocrítica es una herramienta personal y hasta introspectiva, bien les cabe a los colectivos humanos y muy en particular a la política y como me corresponde a las generales de la ley me refiero en particular a la fuerza política por la que he luchado toda mi vida que es el Frente Amplio.
Digo también que no tengo vocación de vigía, ni soy depositario ni guardián de pureza alguna, no obstante, me da la impresión por lo que advierto que la mayoría de los centinelas de la izquierda se han dormido a tal punto que más de una alimaña o bicho rastrero se nos ha metido en nuestro propio granero.
La falta de autoexamen no le alcanza a todos por igual en materia política que es donde me importa pues en la vida personal que cada uno cargue con lo que quiera y le corresponda.
Si bien la autocrítica política le alcanza a todos los partidos, de la derecha no espero nada y mucho menos juicios críticos sobre sus obras o comportamientos. Es evidente la doble vara con la que miden las cosas y por tanto me tienen sin cuidado su acción llena de cinismo.
Sin embargo, de la izquierda exijo el máximo rigor en su conducta como cada uno de los ciudadanos, tanto los que la votan como los que no lo hacen, pues la izquierda por su propia naturaleza, por su propio corpus ideológico no admite ni contemplaciones ni omisiones injustificables.
Aspiro a que nadie con sus dedos mugrosos, esos que suelen pararse desde el pedestal de la hipocresía nos venga a señalar lo que nosotros debemos advertir. Se trata de asumir la autocrítica como algo más que un método o una práctica constrictiva hierática. Si seguimos convencidos que vale la pena continuar por un proceso de transformación profundo, paulatino y estructural progresista y de izquierda debemos reconocer los errores, asumir las responsabilidades, las consecuencias, colectivas e individuales y hacerlo de manera pública y notoria para que todo el mundo sepa que a la hora de juzgarnos no hay clases ni distingos de ningún tipo.
Si el Frente Amplio no actúa de esa manera podremos ganar una elección más, dos, tres y hasta podemos volvernos peligroso, un partido Estado, que al final del camino terminan absolutamente vacíos de alma, esclerosados, burocráticos, repleto de capataces y alejados del pueblo.
Por estos días se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Líber Seregni, una figura de estatura ética y moral que ya nadie discute, pero mi edad me permite, sin ser del "paleolítico" recordar, sin embargo, que debió soportar injustas críticas y ataques de los que más duelen que son de los "de adentro", de sus propios "compañeros", cuando el "general" una y otra vez exigía coherencia y pertinencia de nuestras ideas con las circunstancias de su tiempo.
La mayoría de los ataques provenían de lenguaraces que no alcanzaban la altura de un zócalo para compararse con su trayectoria y valentía
Tengo la impresión que aún estamos a tiempo.
Por todo lo hecho; porque estamos capacitados para hablar con aquellos votantes y ciudadanos que confiaron en nosotros del porqué de lo actuado, de rendir cuentas y al pasar raya advertir que hay mucho más de positivo que de contradictorio.
También siento que somos capaces con humildad de comprender a aquellos compañeros que han tomado distancia de nosotros con más de un motivo. Que sienten que rompimos por diversas circunstancias con el juramento sagrado de defender la ética de nuestro hacer político y que sus diferencias están por encima de coyunturas económicas o decisiones puntuales.
Estamos a tiempo también porque en nuestra fuerza política aún existe una reserva moral que se llama Tribunal de Conducta Política que no necesitó de sentencias judiciales para impartir juicios contundentes sobre las desviaciones que debió considerar.
Y por sobre todo porque confío en nuestra gente, en nuestro pueblo que sabe advertir más allá de contradicciones y yerros sobre la sensibilidad de un gobierno a la hora de atender los problemas de la gente.
La campaña electoral será cruenta, con pocas reglas, no habrá "fair play".
De mi parte al menos, no habrá agresiones o conceptos denigrantes hacia aquellos compañeros que hoy tomaron otro rumbo pues a muchos de ellos los conozco y se de que historia están hechos y estoy convencido que nuestros caminos se entrelazaran nuevamente.
Para el final lo más importante: hay una mitad de nuestro pueblo, blanco, wilsonista, colorado o independiente que no nos vota pero que ama a nuestra patria al igual que nosotros, que quiere lo mejor para la misma, que más de una vez no hemos comprendido y en reiteradas ocasiones hemos caído en el simplismo de confundir que las diferencias se centran en intereses de clases cuando generalmente suelen tratarse en diversos puntos de vista o bien intencionadas valoraciones distintas. Como decía Zitarrosa: "para mi no hay más entuerto, que la astucia del mandón: ése es malo, éste es peor y aquel es bueno del todo...-la cosa es el modo de separarnos mejor"
Dr. Ismael Blanco