Liviandad autoritaria
Federico Sequeira
17.05.2019
¿Te imaginás un acto de campaña en la puerta del Teatro Solís o en la puerta del Auditorio Nacional del SODRE? Si ocurriera ¿Te imaginás que ni una mención a la cultura fuera realizada en tal mitin?
Además ¿Te imaginás que a la misma hora del show estuviera a menos de 50 metros un local de educación pública en funcionamiento? Confieso que yo no. Quizás una semana en Brasil, por temas laborales, me generó el impacto de la barbarie que significa un gobierno como el encabezado por Bolsonaro y tal vez eso me haya hecho valorar los acuerdos, los pactos que sostienen al Uruguay y que se cristalizan en nuestra tantas veces sobreidealizada estabilidad institucional.
Claro, el recorte del 30% de los presupuestos de las universidades públicas; el congelamiento de las becas de posgrado; el exhorto a los estudiantes a filmar y denunciar a profesores que tengan ideas "marxistas"; el levantamiento de radares de control de la velocidad en las rutas nacionales en nombre de la libertad; y el descabellado decreto pro armas impulsado por el ejecutivo brasilero y defendido por la denominada "bancada da bala" en el legislativo; es demasiado para una semana.
Por supuesto que Brasil es mucho más que eso y por eso nuestra tristeza e impotencia conviven con nuestra esperanza que según dicen es lo último que se pierde. Una semana es poco tiempo como para desconectarse de la electoral coyuntura nacional pero esa valorización del país que había sentido, que se podría sintetizar en la conocida frase "como el Uruguay no hay", sufrió su primer impacto apenas arribé y comenzaron a llegarme mensajes con fotografías que mostraban el emplazamiento de un gran escenario con potentes luces y extraordinarios equipos de sonido en la puerta de la Casa de la Cultura de Maldonado y esquina cruzada con el Instituto de Formación Docente.
No se trataba de un montaje para concierto en el marco de alguna actividad cultural promovida por el gobierno departamental, se trataba de un acto partidario promovido por quienes conducen actualmente el gobierno departamental. A una cuadra de ahí se encuentra uno de los muchos locales del Partido Nacional que promueven la precandidatura a la presidencia del Intendente Antía que dicho sea de paso, a diferencia de otros intendentes que aspiran a la candidatura única de su partido, no renunció a su cargo.
Pues bien, la cuadra elegida fue la de la Casa de la Cultura y el escenario fue exactamente colocado frente a su principal puerta de entrada. Se preguntarán qué es lo relevante de esto o me dirán que cada uno dispone de su casa -o estancia- como le da en gana y al que no le guste que se embrome, no mire o se vaya. Otros me dirán que en esa esquina histórica de la ciudad antes de funcionar la Casa de la Cultura funcionó la sede del gobierno departamental. Es cierto, todo eso y más pueden ser respuestas válidas pero yo, no en un berrinche o en un ataque de hipersusceptibilidad, quiero compartir algunas apreciaciones que tienen que ver con la democracia, en términos simbólicos, en términos concretos y que no deberíamos descuidar si queremos que nuestro país hoy sea más Uruguay y menos Brasil, no por patriotismo barato sino por demócratas.
Para quienes estudiamos, reflexionamos, apreciamos o defendemos "la cultura" como expresión de una sociedad, celebramos episodios de nuestra historia -en este caso local- como cuando en el año 1985 después de la última dictadura cívico-militar el Intendente de Maldonado, el colorado Benito Stern designó al socialista José Enrique Bengochea como Director de Cultura, gestión en la cual se creó la Escuela de Artes Plásticas y Visuales cuyo primer director fue el reconocido artista visual Carlos María Tonelli, cuya amistad con el ex presidente Sanguinetti es públicamente conocida.
Esa escuela -junto con las escuelas de Artes Escénicas, Música, Danza, Canto Lírico- es parte de las llamadas Escuelas de Arte de la Intendencia de Maldonado cuyas actividades se desarrollan en la propia Casa de la Cultura y en el Paseo San Fernando. Durante los gobiernos del nacionalista Domingo Burgueño se desarrolló la infraestructura de la Casa de la Cultura con la ampliación de la Escuela de Artes Plásticas y Visuales y construcción del Teatro. Durante los gobiernos del frenteamplista Oscar de los Santos se incrementó el número de alumnos de las escuelas generándose una democratización de acceso a la oferta educativa artística además de su descentralización en diferentes barrios y localidades del departamento.
Es justo reconocer que ninguno de los partidos que ha gobernado resolvió la situación contractual de los docentes de las escuelas de arte cuya contratación es zafral y genera perjucios desde el punto de vista de los derechos laborales y también de la planificación y desarrollo de los cursos. En el actual gobierno de Antía la situación de los docentes ha empeorado, reduciéndose la oferta de cursos -como el caso de fotografía por ejemplo- y recortándose el tiempo de contratación de los docentes cuyo ingreso este año fue recién en el mes de abril.
¿Ustedes creén que algo de todo esto fue mencionado en el acto? No se trata de una defensa corporativa de la cultura, se trata de dar cuenta que en términos simbólicos -también concretos- la Casa de la Cultura representa un espacio de encuentro de la comunidad que no admite otra apropiación que la colectiva. Estos son de los valores que tenemos que hablar, no de los que impone la doble moral como los expresados, en la misma semana, en el Museo Mazzoni -otra referencia cultural de la comunidad de Maldonado y el cual, dicho sea de paso, no es un museo de historia medieval- en la cual Sara Winter una activista y funcionaria de la administración Bolsonaro dió una charla contra el aborto, sosteniendo que la homosexualidad es una patología, atacando no sólo la legislación vigente del país sino las opiniones discidentes con la complicidad y patoterismo de los organizadores de la actividad, el desentendimiento de las autoridades del museo -o sea Dirección de Cultura de la Intendencia- y el silencio de los medios de comunicación local.
Los movimientos feministas organizados a través de las redes denunciaron esta situación. No se trata de la falsa dicotomía entre censura y libertad de opinión, no se trata de que todas las voces son válidas, no se trata de objetividad y subjetividad menos cuando nos referimos a la gestión de las instituciones públicas.
No hay posiciones neutrales cuando se gobierna, por acción u omisión se transmiten cosas que no son ingenuas y que desde la posición de gobierno tienen su mayor alcance. Cuando se habilita una actividad en un espacio público y cuando se realiza un acto en determinado espacio público se están transmitiendo cosas, se está legitimando un discurso, se está tomando postura. Cuando habla Antía, habla el Intendente de Maldonado y como tal representa a los y las habitantes del departamento y debe gobernar para todos y todas rindiendo las correspondientes cuentas. Es el Intendente porque ganó las elecciones, no es el dueño del depatamento y debemos todos, estemos donde estemos defender los espacios que reflejan los acuerdos que como sociedad tenemos y que son nuestra mayor defensa contra las tentaciones autoritarias. Señalar esto, discutirlo y problematizarlo es también parte de la democracia que no es sólo votar, cambiar de figurines o poner el voto al mejor postor.
La democracia es el derecho y el deber de comprometerse con la vida comunitaria, en este caso defendiendo los espacios públicos que deben seguir siendo los lugares de encuentro de todos y todas. La defensa de la laicidad reconociéndola como parte de nuestro pacto de convivencia nacional, no implica generar pensamiento único ni censurar legítimas creencias. Sí implica no darle la bienvenida a las "bancadas da bala" ni a las "bancadas evangelistas" que con sus propuestas incitan al odio como en el caso de la orquestada campaña anti-trans. Tambíen implica rechazar que iglesias evangélicas -con mucho poder económico transnacional- indiquen apoyos a tal o cual precandidato presidencial. Que el discurso del Partido Nacional mencione "agenda de derechos con nuevas conquistas", políticas de género, políticas sociales o "batalla cultural", puede ser parte de la retórica de campaña pero es pura hipocresía si no es acompañada por acciones en concordancia. Esas palabras representan un pensar, decir y actuar que la mayoría de los y las uruguayos y uruguayas hemos respaldado en los últimos quince años.
En este momento electoral, necio y soberbio sería decir que el Partido Nacional no tiene chances de obtener el gobierno nacional, lo cual de concretarse no debería implicar retrocesos en una sociedad profundamente democrática. En ese sentido vale remarcar que la hora exige representantes partidarios que tengan seriedad, responsabilidad y respeto de nuestros acuerdos como país que van más allá de una elección. Ni el Partido Nacional ni el país merecen esta liviandad de propuesta combinada con una ya incontenible vocación autoritaria.
Federico Sequeira
Artista visual. Docente Universitario. Militante frenteamplista