Lo que nos dejan las elecciones internas. ¿Hay radicalización de la sociedad uruguaya?
Carlos Pérez Pereira
04.07.2019
Quienes responden afirmativamente fundamentan su aserto en que la derecha votó bien el pasado 30 de junio. Agregan que, como nunca, mucha gente se ha sacado la careta y se declaró de derecha; y que la suma de sus votos, donde se destaca la lista de Manini Ríos, entre otras (Sanguinetti, Novick, quizás Sartori y alguno más) alcanza un porcentaje considerable.
Vayamos por partes y sin tanto apuro.
1: Hasta donde alcanzamos a escuchar a especialistas en temas de opinión pública, no hay datos relevantes, provenientes las elecciones internas, que confirmen tal radicalización. Ni tampoco que haya puntos en común, para afirmar que toda esa derecha es homogénea y unívoca, con una potencialidad gravitante en un desenlace electoral final. Nos animamos a decir que, uniendo esos supuestos "sectores derechistas" que nombramos (y algunos más que podrían entrar en el grupo), hay entre ellos poca empatía. Por las dudas anotemos que el punto "sacar al FA del gobierno", es común a toda la derecha, la centro-derecha y a varios sectores de lo que podríamos catalogar como de centro- izquierda y, desde luego, de la izquierda más radical. Objetivamente van juntos, con el mismo propósito, pero no es un propósito que signifique una radicalización en la política. O sea que "el espanto", en este caso, une a un extremo con el otro. Entre paréntesis: ya se sabe que el espanto puede servir para sacar a un gobierno, pero no para gobernar. La votación de las "Internas", proyectada en el Cuerpo Electoral, puede ser tomada como indicio de prueba, pero no como plena prueba, dirían los juristas. Están, cuantitativa y cualitativamente, ligadas, pero son diferentes. Junio no nos habilita a una proyección mecánica a octubre, y todos sabemos que los sectores escorados a los extremos suelen ser muy dinámicos en períodos de auge de la actividad política. Una vez dedicados a la lucha electoral, se vuelven intensos, en proporción y a escala, más que los sectores medios. Son impulsados por el "clima general", que siempre va de menos a más, y por el hecho de que en Uruguay el voto es obligatorio en octubre. Y ahí no hay escape, se vota o se vota. Para definir con palabras de un amigo: en octubre se grita menos, pero se vota más. Si nos posicionamos en los extremos (relativos) del arco de posibilidades de votación, y convenimos que la UP y Cabildo Abierto ocupan las puntas, no nos cabe duda de que el porcentaje de los "radicales", referidos al Cuerpo Electoral a expresarse en octubre y noviembre, disminuirá considerablemente. Y esto porque desde los sectores medios no hubo corrimiento masivo a las puntas, y éstas no acumularon en correspondencia con una supuesta radicalización de la sociedad uruguaya, tomada en conjunto. Más bien hubo corrimiento de partidos y programas, blancos y colorados, hacia el centro del espectro político para disputar el electorado al FA. Si esto es así, hay que interpretar que esos votos "más de derecha", estaban dispersos en grupos o espacios de opinión y se pasaron a candidatos más atractivos para sus ideas, pero no hubo crecimiento de su electorado, por lo menos en masa. Si avanzamos desde la Unidad Popular hacia el centro del espectro, es posible ubicar a la votación de Andrade y del MPP en el rango izquierda y centro izquierda, pero nunca al extremo. Ni tampoco está claro que el FA, en programa y candidatos, se haya corrido "más a la izquierda", sino que se mantiene, más o menos en el mismo rango. Tengamos en cuenta acá, dos cosas: 1) La atracción personal de Andrade tuvo más poder para atraer el voto, que sus posturas ideológicas. Andrade, con un discurso muy claro y combativo, no se apartó ni un ápice de las posiciones del Frente Amplio, por lo que, por este lado, tampoco podemos concluir que ese corrimiento de votos, signifique una radicalización por izquierda. Aún así hay que ver si el Partido Comunista, en octubre, en un universo más amplio y con candidaturas al Parlamento, capitaliza la buena votación de su líder. 2) El Frente Liber Seregni, una vez decantada la votación interna, no saca, en conjunto, una mala votación. Si se suman votos de la 99 mil, más la 738, más la 2121, sus listas componentes, se confirma lo que decimos. Y si agregamos grupos más pequeños, como Banderas de Liber y Marea Frenteamplista (entre otros) votantes de Bergara que, puestos en una disyuntiva de elegir aliados, seguramente se volcarán a los más afines que son, precisamente, del FLS. En nuestra opinión, las posiciones de centro (centro- derecha y centro- izquierda) siguen siendo ampliamente mayoritarias en Uruguay, por lo que, por los fundamentos expuestos, no estamos de acuerdo en afirmar que la sociedad uruguaya se radicalizó. Pero hay más.
2- Tampoco se dan en Uruguay determinantes de tipo socio-económico que puedan fundamentar una radicalización. Uruguay está "latinoamericanizado", pero no tanto. Es cierto que hay descontentos (¿está cuantificado?) con el último gobierno del FA, pero la insatisfacción no parece responder a causas capaces de provocar corridas masivas a los extremos políticos. Y no hay antecedentes, por lo menos en las votaciones pos-dictadura. Quizás ocurran traspasos pero siempre dentro de un rango de centro derecha y centro izquierda. Hay un tema excluyente, que todos manejan: la inseguridad (tanto la real como la imaginaria, muy manijeada por los medios adversos al FA) de la población ante el crecimiento de la criminalidad en el país, que lleva a muchos sectores (sobre todo los medios, que son más vulnerables, o se sienten tales) a buscar gobiernos que les den garantías de "vivir sin miedo". Aún así, no existe una evidencia de que este tema pueda precipitar, en masa, a los votantes a la derecha del espectro electoral. Quizás haya esa sensación, mirando desde la izquierda, pero no hay pruebas y las cifras de la votación tampoco lo indican con claridad. Recordemos que quien más utilizó este recurso de meter miedo a la gente, fue Larrañaga, quien ni siquiera pudo ganar a Sartori en la interna blanca.
3- Otro factor que explicaría una radicalización de la sociedad uruguaya, podría ser ubicado en el grupo de factores ocasionales, o de contexto. Citamos uno: el llamado "efecto Bolsonaro". Hay quienes sostienen que la realidad política de Brasil, influye en los corrimientos de votantes hacia la derecha en toda Latinoamérica. De nuevo: ¿hasta dónde se puede dimensionar ese corrimiento y adjudicarle una causa tan tajante? En nuestro país -y hasta ahora- quien se ha apresurado a apoyar las políticas de Bolsonaro, han sido Novick y Sartori (y su aliada Verónica Alonso), pero no se visualiza, si nos atenemos al caudal de votos actual, que estos señores hayan capitalizado para sí ese rotundo triunfo de la derecha brasileña. Tal vez quien mejor lo haya aprovechado ha sido Cabildo Abierto, pero, en suma, el llamado "efecto Bolsonaro" no demuestra ser una causa muy eficiente. Con certeza podemos decir (es evidente) que el triunfo de Bolsonaro ha motivado a algunos candidatos para largarse al escenario político, tratando de emular al personaje derechista brasileño. Pero el pánico de alguna gente de izquierda ante la similitud de situaciones, y la reproducción en nuestro país del fenómeno fascista, ha llegado a ser un espejo de la derecha ante el avance del "comunismo internacional". O sea: una caricatura de situaciones. Utilizadas como consignas políticas para arrimar votos, pueden ser justificadas, pero como elemento de análisis para explicar la realidad, fallan.
4 y Conclusión: En Uruguay no existe un clima de rechazo masivo (por causas reales o inventadas por jueces parciales) a gobernantes y políticos corruptos, que fue la principal bandera de lucha en que cabalgó la propuesta del impoluto, santo, incorruptible y Supermán Justiciero: Jair Bolsonaro. Algunos intentaron, con pasión y dedicación, ponerlo como primer elemento de valoración del gobierno del FA. Pero no pudieron, porque ni la Justicia salió de su cauce normal, ni el periodismo dedicado al tema, pudieron convencer a la población de que éste es un gobierno corrupto. Aunque algunos siguen embalados, como por inercia, por la primera embestida, que algún efecto inicial tuvo, pero no el que pretendían. No es un tema que desvele decisivamente a los uruguayos. Sabemos que las preocupaciones principales, hoy por hoy, son la inseguridad y la falta de empleo. Y, si no fallan en su tarea las empresas encuestadoras, Uruguay sigue siendo el país con menor percepción de corrupción de su propio gobierno y de políticos, en toda América Latina, y uno de los primeros en el mundo. Algo parecido sucede con el índice de valoración de la Democracia como sistema de gobierno, cuyo lento descenso debe significar un alerta, mucho más para la izquierda que para la derecha, que en general se beneficia de ese clima. Pero aún no hemos llegado a tendencias de crecimiento dramático, que indiquen radicalizaciones masivas en ninguno de esos aspectos. Por ahora no; veremos qué puede suceder en lo que viene de la campaña electoral y luego, con la asunción de un nuevo gobierno que estará lleno de dificultades para tirios, y más aún para troyanos. Pero esto ya es harina de otro costado, como decía un viejito de mi pueblo.
Carlos Pérez Pereira
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias