El instinto de manada
Rodolfo Martin Irigoyen
27.07.2019
“Instinto” es una de esas palabras cuyo uso, como consecuencia del avance de la ciencia, es cada vez menos frecuente. Utilizada para definir pautas de reacción, en general animales, cuyo origen no sabíamos explicar, dejaba entrever la posibilidad de un cierto “impulso divino” promotor de esos comportamientos.
Pero ahora sabemos que ese impulso, generador de la pauta de reacción "instintiva", no es de origen sobrenatural ni producto de alguna imposible generación espontánea, sino consecuencia de algoritmos bioquímicos generados por selección natural sobre las distintas especies, a lo largo del proceso evolutivo.
La sobrevivencia de la especie, más que la del individuo (a veces en contra de la del individuo, como en ciertas arañas) es el principio determinante de todos los instintos, en particular del reproductor. Para fortalecerlo, la naturaleza recurre en las especies sexuadas a variados mecanismos de atracción, que actuando sobre los sentidos (vista, oído, olfato, tacto, gusto) estimulan una actividad hormonal que promueve el apareamiento de macho y hembra.
Pero asegurada la reproducción de los individuos, el siguiente paso es evitar la extinción de la especie, y en ese sentido el "instinto de manada" asegura la sobrevivencia de muchos individuos, aunque implique el sacrificio de algunos de ellos, los más expuestos ante el ataque de predadores. Los cardúmenes de peces, como los de sardinas (y la "cacería" de peces mayores y aves marinas sobre los mismos) y los de arenques en emigraciones de miles de kilómetros, son ejemplos conocidos.
Entre las aves, las especies migratorias suelen hacerlo en bandadas, lo que además de la protección, economiza la energía consumida durante el vuelo. Una bandada de estorninos (un pequeño pájaro del norte de Europa) puede reunir cientos de miles de individuos, volando a gran velocidad y a pocos centímetros de distancia entre ellos. Pero más familiares nos resultan las bandadas de gansos, cigüeñas y otras aves migratorias, formando maravillosas "V", donde el aleteo de un individuo se coordina con el aleteo del que lo precede.
Entre los insectos, hay hormigas que ante una inundación, o para cruzar un río, se encadenan formando "balsas" encima de la cual colocan a la reina, que asegura la reproducción poniendo los huevos de toda la colonia. Algunos individuos se ahogan, pero la colonia se salva. Las abejas tienen una organización aún más compleja, con "clases sociales" (reinas, zánganos y obreras/soldados) con responsabilidades definidas e inapelables, tanto para la reproducción y el trabajo como para la defensa.
El "instinto de manada" de los animales domésticos de interés económico es aprovechado por el hombre, dado que facilita tareas de reunión para distintos trabajos y en particular para los traslados. Los rebaños de vacunos (rodeo) u ovinos (majada) son para nosotros las más conocidos, pero en mi infancia (en los lejanos años 50´s...) recuerdo haber visto alguna de pavos, que se iban vendiendo sobre la marcha.
Para el arreo de caballos, el agrupamiento se facilita colgando del cuello de algún animal de referencia fácilmente reconocible por el dueño (la "yegua madrina"), un cencerro o campana, cuyo sonido es reconocido por todos los caballos de la "tropilla" que se agrupan entorno a la portadora, evitando pérdidas o entreveros con caballos de otro origen.
Los ejemplos del "instinto de manada" que nos brinda la naturaleza, de los que hemos esbozado unos pocos ejemplos, son tan extraordinarios como variados, presentando las más diversas formas y encontrándose en numerosísimas especies del reino animal. Y el hombre, animal al fin (y a veces desde el principio) no podía ser la excepción.
La Antropología es la ciencia que estudia al ser humano en forma integral, tanto desde el punto de vista de sus características físicas como integrante del mundo animal, como desde los aspectos sociales determinantes de su cultura. Para ello se basa en las ciencias biológicas y en las sociales, abarcando el estudio del homo sapiens en toda su variabilidad como individuo, así como los modos de su comportamiento social, en el tiempo y en el espacio.
Un aspecto central de esos estudios, es el de la compleja interacción entre los factores genéticos y ambientales determinantes del comportamiento humano. Esta complejidad lleva a que una modificación sobre determinado rasgo pueda tener efectos imprevistos sobre otros, aparentemente desvinculados.
En la actualidad, nuestra consciencia sobre la complejidad de los fenómenos biológicos y sociales crece en forma más que proporcional al avance de nuestro conocimiento científico sobre los mismos, lo que ya es decir. Cuanto más sabemos, nos damos cuenta que es más lo que ignoramos. Siempre conviene recordar a Umberto Eco: "Todo fenómeno complejo tiene una explicación simple. Y está equivocada"
A partir de estos reconocimientos, no me atrevo siquiera a esbozar una hipótesis explicativa, pero dejo planteadas algunas preguntas sobre un fenómeno social que me abruma: el incontenible avance de lo "políticamente correcto". La renuncia al uso del criterio propio para someter nuestras decisiones al de una manada inconsciente e irresponsable ¿nos protege de algo o nos hunde en la estupidez colectiva? ¿El origen de ese comportamiento es instintivo, inherente a la sobrevivencia del homo sapiens como especie, aunque muchos de sus individuos lo repudiemos, precisamente por nuestra incapacidad para comprenderlo? ¿Siempre habrá existido, con este u otro nombre, pero sin alcanzar el desarrollo actual? ¿O su crecimiento será más aparente que real, y como ocurre con muchos otros fenómenos, el gran avance de la información y las comunicaciones, al hacerlo más visible, nos lleva a sobrevalorar su importancia?
Los que como Fernando Savater nos declaramos "desafectos" a lo políticamente correcto ¿no corremos el riesgo, dado que el hombre y la sociedad tienen comportamientos pendulares, de caer en el extremo opuesto, es decir el de un hipercriticismo paralizante?
Porque a irnos al otro extremo nos empujan las posiciones totalitarias como las del feminismo al estilo MeToo. Todos (bueno, la gran mayoría) estamos de acuerdo con el feminismo que exige igualdad de oportunidades para el hombre y la mujer. Pero de ahí a invertir la carga de la prueba cambiando la norma jurídica de que "toda persona es inocente hasta que se pruebe su culpa" a la de "todo hombre es culpable hasta que se pruebe su inocencia", media un abismo. Forma de razonar, esta última, muy al paladar de cualquier dictador. Y es solo un botón para muestra.
También en el lenguaje, la corrección política impone cambios en las formas con el objeto de lograr cambios en el pensamiento y en las actitudes. Palabras de uso corriente pasan a considerarse agravios o insultos, y deben ser sustituidos por eufemismos, muchas veces absurdos, pero aceptados por esta "nueva sensibilidad", que es controlada por la policía del lenguaje que tilda de sexista, homófobo, racista o facho a todo el que no se pliegue a lo que la corrección política impone.
Y el léxico utilizado pasa a ser un rápido identificador de amigos y enemigos, determinando el trato que merece recibir el que lo utiliza. Y dejemos, por razones de espacio y salud, las cacofónicas repeticiones de todo término imaginable en masculino y femenino, en aras de la "inclusividad".
Pero no confundamos las barbaridades del "lenguaje inclusivo" con las atrocidades sintácticas o gramaticales producto del importante nivel de ignorancia reinante, aunque a veces se presentan en simultáneo. En ese sentido, la Intendencia de Montevideo anuncia con orgullo que se encuentra en un proceso de semaforización de las calles, en el Congreso de Sociología se habla del aumento de la tasa de divorcialidad, y el docente universitario explica que cierta figura vino a emblematizar determinado posicionamiento. Así está la cosa.
Siempre lo más difícil es el balance, el equilibrio entre las posiciones extremas. Pero, consciente del riesgo de caer en una de ellas, les recuerdo que si no fuera por la valentía de los que, en contra de la opinión dominante, desafiaron las "verdades reveladas" y tuvieron el valor de asumir los riesgos de tal comportamiento, ¡entre ellos el de condenarse al fuego eterno del infierno por contradecir las infalibles Sagradas Escrituras, haciendo pretemporada en la hoguera de la Inquisición! Sin esos valientes, no sabríamos que la Tierra es redonda, ni que es ella la que gira alrededor del sol (y no al revés) ni habríamos "descubierto" América. Y un infinito etcétera en todos los campos del conocimiento y el desarrollo social.
Me dirán que la comparación es exagerada, pero lo que quiero destacar no es la magnitud, sino la tendencia: sin espíritus críticos, sin que algunos se sacrifiquen nadando contra la corriente a riesgo de ahogarse (como las hormigas de la base de la balsa) la humanidad seguiría confinada a las cavernas.
Y aunque no tengo respuestas al cúmulo de interrogantes que la naturaleza de la "corrección política" me genera, aunque no pueda definir si se trata de un "instinto de manada" vinculado a la adaptación de la especie a los cambios en el ambiente o solo una moda intolerante, me resisto a aceptar el pensamiento mágico que subyace en todos los posicionamientos "ultras". Porque la magia no existe. Lo que existe es el ilusionismo.
Rodolfo Martin Irigoyen
Escrito en Julio de 2019
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