(“De eso no se habla”) EL DEBILITAMIENTO DEL ESTADO Y EL DISCURSO ALTERNATIVO DE LOS NEOLIBERALES.

Carlos Pérez Pereira

29.07.2019

Zigmunt Bauman ("El tiempo apremia"), en su análisis de lo que llama la "modernidad líquida", nos da algunas claves para entender el discurso de políticos liberales y neoliberales vernáculos, de cara a las próximas elecciones nacionales.

Si bien en sus propuestas programáticas aparentan no manejar un discurso unívoco, hay puntos en común en sus objetivos. Uno que los liga "por la negativa" es el propósito de "sacar a la izquierda del gobierno a cualquier precio". Lo malo no es sacar al gobierno, sino la amenaza de que será "a cualquier precio". Eso puede significar la entrega del país, por lo que entonces el precio puede ser muy alto.

Bauman sostiene que en las sociedades actuales, merced a la imposición de poderes transnacionales, constituidos por empresas que trascienden el territorio de las naciones para ejercer su dominio en áreas más amplias, el Estado, como organismo que concentra los poderes dentro de una nación, está en vías de desaparición. Está siendo reducido a cumplir aquellas tareas para las que lo quería el viejo Tocqueville: ser mero juez y gendarme del cumplimiento estricto de las leyes del mercado. Aunque, en estos tiempos, ya ni eso les va quedando.

El Estado moderno ha perdido su prerrogativa de delimitación del mercado para las empresas públicas y privadas autóctonas (desarrollo de la economía nacional), y ha sometido a la fiscalización internacional sus propios contratos con inversores no nacionales, una forma nada sutil de confiscación de las facultades de los poderes judiciales. Un caso conocido -y ejemplarizante- fue el juicio, llevado adelante por fiscales y jueces de Nueva York, por los "fondos buitres" argentinos. Un saqueo brutal, de corte neo-colonialista, en el que particulares y jueces extranjeros echaron mano a chicaneos jurídicos para apropiarse de voluminosos fondos de un país. Argentina (Macri) debió hocicar ante el imperio de leyes supranacionales, ajenas a su propia estructura institucional de República soberana. Hay otro ejemplo, más nítido: la confiscación de fondos venezolanos correspondientes a pagos de facturas de petróleo, depositados en Bancos de EEUU e Inglaterra. Una proeza de cinismo solo superada por el obsceno lamento por los padecimientos del pueblo de Venezuela, de los mismos autores del atraco a sus bienes. Ni hablemos del FMI, un agente especializado en succión indolora de soberanías y riquezas nacionales, que dirige los destinos de países, mediante sus famosas Cartas de Intención, ahora llamados "consejos" de qué deberá hacer su víctima con el dinero prestado. ¿Para orientar inversiones productivas en beneficio del país? No, para amortizar ese préstamo y los intereses. (Es que el desprestigio de aquellas "cartas" llegó a tanto, que ahora se cuidan de dejar pruebas escritas de sus ignominias). Esos "consejos" traen programas acelerados de ajustes tarifarios y salariales, para pagar, in eternum, intereses por préstamos, definidos y controlados desde afuera.

El mundo, luego la hecatombe mundial provocada por la fuerza de topadora del neoliberalismo de los ochenta y noventa, cambió radicalmente, y los poderes de esos estados han sido erosionados sistemáticamente, con premeditación y alevosía. Se les ha retirado del escenario de la lucha por los mercados (¿libres?) propios y del mundo, mediante mecanismos que operan por encima y a pesar de las soberanías nacionales. Los Estados debilitados ya no cortan ni pinchan en esos mercados y a veces no logran mucho para sus súbditos, aunque lloren y pataleen. Ahora están sometidos a las fuerzas globales, que les establecen las reglas a las que deben someterse, si quieren. Y si no quieren también; no hay alternativas.

Y, si bien con las reglas de la globalización lucran muchos oligarcas (¡ay!) que sustentan a aquellos partidos liberales y neoliberales, cuyos gobiernos los benefician, esos partidos están quedando sin discursos para atrapar a los votantes. Por lo tanto hay que cambiar el rollo: no hablarán de desarrollo económico para sacar al país de su estancamiento, porque carecen de programa creíble, que ataque el centro del problema. Tampoco querrán hablar de su programa de recortes de beneficios a los sectores populares, puesto que sus próximas medidas de gobierno no serán nada amistosas para el gran universo del voto al que hoy acuden. Si el margen de beneficios de los productores, inversionistas y especuladores nacionales, se acota más y más, si la competividad global es una guerra donde vence el más fuerte, se vuelve imprescindible, en el ámbito casero, cortar la cadena por el eslabón más débil. No tengan duda de que los recortes caerán sobre los beneficios de la redistribución traídos por los gobiernos del FA. Por eso no quieren hablar de programas económicos, sino de otros asuntos que no dejan tan expuestas sus debilidades.  

La evasión de riquezas nacionales no se debe a las políticas sociales de partidos progresistas, que llegaron al gobierno de países latino americanos para sacarles plata a los ricos y dársela a los pobres. Ni es tan así, pero si lo fuera, en todo caso esa plata quedó en casa; la que sale es otra. Para seguir con uno de los ejemplos anteriores, los 80 mil millones de USD que debió pagar Macri de un solo saque a los Fondos Buitres, (30 mil millones más que el Gran Préstamo del FMI) no fueron dilapidados por los gobiernos populistas del kitchnerismo. Fueron arrancados a cara de perro por una caterva de especuladores financistas que pergeñaron la hábil rebatiña al Estado y pueblo argentino. Ni los millones que vinieron del FMI para evitar el default, ni los intereses enormes de esa deuda irán a las cuentas de los productores locales, o a los ahorristas de fondos de inversión para la especulación en Bolsa. Ni mucho menos a atender a los millones de personas que las políticas macristas están arrojando por debajo de la línea de pobreza. Al igual que en otros países, las riquezas extraídas van a parar, en general, a mafias legalizadas (multinacionales), vestidas con ropaje de financistas, que lucran con los manejos del precio de divisas y otros mecanismos de multiplicación de ingresos. O a los Panamá Papers y otros métodos de sacar capitales del territorio, a los que los gobiernos suelen hacer la vista gorda. Hace poco leía un artículo de economistas argentinos: deducen, con fundamentos, que la fuga de capitales en estos años de macrismo, es mayor que el préstamo del FMI, más sus intereses vencidos y a vencer. La plata no queda en Argentina, se va, pero la pagan los argentinos, de hoy y del futuro, y con "creces". Hay quienes sospechan que esos montos en realidad nunca llegaron a puerto, se quedaron por allá nomás, lejos, en alta mar.  

¿Qué es lo que queda, luego de despejar las incógnitas? Si la economía de un país se traba y su Estado se debilita (lo debilitan) y los gobiernos ya no pueden hacer planes para la recuperación ¿qué discurso le queda a los políticos que representan, en fondo y forma, a productores e inversores, que ya tienen pocas posibilidades de competencia con las fuerzas supranacionales? Si las leyes del viejo y querido libre mercado no pueden ordenar nada y los llevan al muere, ¿qué le decimos a la gente que vamos a hacer en nuestro gobierno? Porque hay votación, y votar por alguien es seleccionar, y seleccionar es excluir y excluir es elegir entre uno y otro. Y el "otro" es el "enemigo designado" que menciona Zigmunt Bauman. Y no basta con la sutileza de endilgar a ese otro el papel de malo intolerante y reservarse el de "cerradores de brechas", porque ese es un discurso electoral en el que pocos creen. Entonces hay que apelar al viejo recurso de agitar fantasmas que generan miedo, porque éste siempre fue redituable. ¿Pero miedo a qué?

Como ni ellos se creen el propio verso de que el mercado asegura la libertad, auto-regula las inequidades y excesos y puede propiciar salidas a la crisis económica, hay que "designar" enemigos que metan miedo a la gente, para que ésta no los vote. Solo les queda sustituir el "orden que impone el mercado", por el orden represivo que proponen instaurar para proteger a la gente de los delincuentes, de los corruptos y de los malos gestores. Es la tríada principal. Propondrán adicionalmente protegerla de los violentos, los radicales, los amantes solapados de dictaduras de izquierda, pero nada de meterse en el debate de asuntos de economía del país, porque nadie quiere plantearse problemas que no pueda resolver. O sea: nadie se suicida en política, por lo que hay que eliminar riesgos de compromisos imposibles. Necesitan inclinar el orden del día de la mesa del debate a temas redituables. Entonces se explica por qué un Economista de fuste, especialista en aplicación de políticas neoliberales, convicto y confeso, como Ernesto Talvi, aceptó una polémica con el candidato comunista Oscar Andrade, pero desechó la invitación a debatir con un especialista en temas económicos, como lo es Mario Bergara. Es que los temas económicos no meterán miedo en el electorado, pero en ellos sí. Y si quieren más pruebas, esperen a los próximos debates posibles de esta campaña hacia octubre y noviembre y verán cuáles temas estarán sobre la mesa, a pedido expreso (e ineludible) de los partidos de la oposición. La inseguridad, la corrupción y la mala gestión, son los motivos más eficaces para convencer al electorado de la malignidad de su enemigo designado, y votar por quienes les van a degollar de parado y a las risas, si llegan a ganar el gobierno. Llaman a los chanchos a votar por Cativelli -diría un político de expresiones pintorescas- pero con la seguridad de vivir sin miedo, en el chiquero. No pueden confesar que la única medida que piensan aplicar, si ganan, será el ajuste de la Economía, in totum, para asegurar beneficios a sus apañadores y volcar sus nefastas consecuencias sobre la población, incluida la que los vota. Y muchas medidas de represión, prometidas por todos. A la población habrá que dar garantías de que, pese a los ajustes, y pese al muy probable apriete de cinturones, en la Casa de Gobierno habrá muy buenos gestores, capacitados para llevarlos a la pobreza otra vez, pero las familias podrán salir por las noches y regresar tranquilas a sus casas. Aunque, con el tiempo, salir por las noches deje de ser una opción, si no se puede ir a un restaurante o a un cine que, por lo demás, estarán cerrados. Porque ya los cerraron y, si ganan, volverán a hacerlo.

Carlos Pérez Pereira

Columnistas
2019-07-29T08:37:00

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