¿Verdadero o falso? ¿Han dejado de convencer las pruebas?
Daniel Feldman
30.07.2019
¿Verdadero o falso? ¿Han dejado de convencer las pruebas?
"Vivimos en una era en que los hechos objetivos son ignorados o cuestionados por una multitud que prefiere las falsedades y las quimeras antes que la verdad" dice Antonio Ortuño en una nota titulada "Prueba y error", aparecida el pasado domingo 21 de julio en El País de Madrid.
Según el autor, abundan legiones que sostienen que la Tierra es plana, que las vacunas provocan enfermedades, que los extraterrestres son los autores de las obras más preclaras en la arquitectura, el arte y la ciencia de la antigüedad, que los reptiles nos dominan de forma telepática... en suma, legiones a cuyos miembros con bondad llama cándidos, pero que no expresan otra cosa que una propia y asombrosa idiotez como especie.
Ortuño hace también referencia a la llegada del hombre a la Luna, acontecimiento científico del que se cumplieron hace días 50 años, y que muchos niegan, amparados en algún video de YouTube, que los lleva a no reconocer que una mentira sea una mentira, sino a sostener que son opiniones, y como tales deben ser respetadas.
Tiempo atrás, cuando se procesaba a nivel parlamentario el impeachment de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, una persona de mi conocimiento difundía lo que hoy todos conocemos como fake news, que afirmaba que no estaban los votos para destituir a la mandataria. Cuando le planteé que eso no era cierto, que se trataba de una noticia falsa, proveniente de una cadena que se caracterizaba por difundir permanentemente ese tipo de versiones, me respondió que no le cuestionara sus certezas, que eran las que le habían permitido vivir toda su vida. Por supuesto que la polémica tuvo su fin en ese instante...; supongo que seguirá rindiendo pleitesía a la "veracidad" de sus noticias, mientras Brasil se somete día a día ante los pies del protofascista Bolsonaro.
Es cierto que a veces es difícil discernir si algo es una "verdad objetiva" o una simple opinión con una fuerte carga argumentativa. No todo puede ser tan claro como, por ejemplo, la necesidad de oxígeno para respirar, que por más "opinable" que pueda ser, si carecemos de él muy pero muy difícilmente consigamos sobrevivir. Sin embargo, no faltará quien nos informe que poniendo "buena onda" podremos conseguirlo, y que furibundamente nos aleccionará de cómo debemos respetar su "anaerobiosis".
De ahí al dogma, siempre presente, hay un solo paso.
En el arte no hay verdades científicas. Pero sí hay dogmas, y están quienes pretenden convertir en canon sus incredulidades o credulidades, sus estilos, sus trazos, sus letras, sus visiones.
Los portadores del dogma son los que permanentemente nos aleccionan sobre cómo debemos escribir para ser considerados escritores, cómo debemos pintar para ser considerados pintores, cómo debemos actuar para ser considerados actores, en fin, sobre cómo debemos ser y parecer para poder merecer.
Dogma y burocracia muchas veces -las más- van de la mano.
Los burócratas del dogma no necesariamente ocupan una oscura oficina en un oscuro ministerio, sino que se mueven entre las redes de ciertas alianzas tácitas, donde hoy por ti y mañana por mí, nos quieren hacer creer que Tespis, Eurípides, Esquilo, Sófocles e incluso Shakespeare, ya fueron, y que el verdadero arte son tres gritos y una escupida al público.
Tal vez, resistir sea la consigna.
Daniel Feldman | Periodista