El dulce sabor de vivir menos y peor. Nuevas y mejores evidencias en contra del consumo de bebidas azucaradas
Carlos Vivas; Homero Bagnulo
31.07.2019
Se ha publicado recientemente una muy importante investigación, tanto por su metodología como por sus conclusiones, en relación al consumo de las bebidas azucaradas. Si bien el estudio se realizó en los EE.UU de América consideramos que en líneas generales puede ser globalizado a la mayoría de los países occidentales y muy posiblemente también a nuestro país.
El tópico en consideración fue el consumo de bebidas azucaradas (B. A.) y también se evaluaron las bebidas artificialmente azucaradas (A.A), o sea aquellas en que se utilizan edulcorantes artificiales y que en nuestro medio habitualmente conocemos como dietéticas, de bajas calorías o libres de azúcar. Las B.A, incluidas cubrían el amplio espectro de las carbonatadas y las no carbonatadas, las bebidas colas, cafeinadas o descafeinadas, otros refrescos no colas, las bebidas energizantes (a las que frecuentemente se le agrega alto contenido de fructuosa, sucrosa), jugos concentrados, limonadas u otras bebidas frutadas. Los jugos de fruta sin agregados no fueron considerados B.A. La dosis unitaria considerada fue de 12 onzas, lo que corresponde a 236 cm3, o sea el habitual contenido de los envases corrientemente utilizados en el país donde se realizó el estudio. Se dividió la población en 5 grupos según consumieran, 1)- una medida o menos al mes. 2), dos a cuatro medidas al mes. 3) dos a seis en la semana, 4) una a dos medidas diarias y 5) más de dos medidas diarias.
La población en estudio se constituyó por 80.647 mujeres extraídas de un grupo de nurses a las que se le realiza un seguimiento desde 1976, y un grupo 37.716 hombres seguidos desde 1986 y que también son profesionales de la salud. Dichas poblaciones no presentaban al inicio del estudio ni diabetes, ni enfermedad cardio vascular ni ningún tipo de cáncer. Los resultados provienen de un grupo de investigadores de la Escuela de Salud Publica de Harvard y se publicó en Circulation el 30 de abril 2019. ( Long- Term Consumption of Sugar-Sweetened and Artificially Sweetened Beverages and Risk of Mortality in US Adults) cuyo primer autor es V. Malik. Desde hace tiempo se conoce que el consumo de B.A. ha estado asociado con el aumento de peso y obesidad, y además con mayor riesgo de diabetes tipo II, de enfermedad coronaria y de stroke. Sin embargo, no se había estudiado en forma adecuada la relación entre B.A. y mortalidad, de allí la importancia de los datos que aporta el estudio en cuestión.
El seguimiento fue de 34 años para el grupo de nurses, las que sufrieron 23.432 muertes (4.139 cardiovasculares y 8.318 por cáncer) y durante 28 años para el grupo masculino, donde se documentaron 13.004 muertes (3.757 cardiovasculares y 4.062 por cáncer). En ambos grupos, aquellos con mayores ingestas de B.A. presentaron una tendencia a ser más jóvenes, con menor actividad física, mayor tendencia al tabaquismo y mayor ingesta calórica total y de carnes rojas y alimentos procesados. Dadas estas características se realizaron análisis estadísticos que permitieron considerar por separado estos factores de riesgo.
El consumo de B.A. se asoció significativamente con un incremento en el riesgo de mortalidad en ambas cohortes, tantos hombres como mujeres. Comparado con aquellos que consumían menos de una medida por mes, las mujeres que consumían más de dos medidas por día, tenían un 63% mayor riesgo de muerte. Para los hombres con similar consumo, se estimó la mayor mortalidad en un 29% . Después del ajuste por factores ligados al estilo de vida (fumador, alcoholista, actividad física, historia familiar de diabetes o infarto del miocardio, etc), la asociación de consumo de B.A. y mortalidad se atenuó a aproximadamente un 30% para el grupo de nurses. Un ulterior ajuste de acuerdo a factores dietéticos (vegetales, fruta, granos, carnes rojas y ultra procesados, etc), atenuaron también la asociación, pero sin embargo la mortalidad persiste con significación estadística, siendo mayor en un 21%. Los autores calculan que cada incremento diario de una medida, aumenta el riesgo de muerte en un 7%. El consumo de B.A. se asoció significativamente con el incremento de mortalidad de origen cardiovascular. Los consumidores con más de dos medidas al día, presentaron un 31% mayor riesgo de muerte por esta causa. En este caso, el incremento de una medida por día, incrementó el riesgo en un 10%. También se comprobó una asociación, si bien más modesta, entre consumo de B.A. y mortalidad por cáncer, tanto en hombres como en mujeres. El cáncer de mama se asoció con el sexo femenino, mientras que el cáncer de colon se incrementó tanto en hombres como en mujeres.
En cuanto al consumo de las A.A., las asociaciones con mortalidad global y con mortalidad cardiovascular, fueron moderadamente positivas y solo para los consumos elevados (más de dos medidas diarias). Después de ajustar por la incidencia de condiciones intermedias (hipertensión, diabetes tipo II, enfermedad coronaria aparecida durante el seguimiento, etc) la asociación se atenuó y sólo permaneció significativa para el grupo femenino. Surgió una interacción con el sexo que se observó para mortalidad total pero no para mortalidad cardiovascular. De allí que los autores consideren necesario ulteriores estudios antes de extraer conclusiones en lo referente a las bebidas artificialmente azucaradas. Pese a lo que popularmente se comenta, no surgió ninguna correlación entre las A.A. y la mortalidad por cáncer.
¿Que ha permitido corroborar este estudio?
En dos muy amplias cohortes con seguimientos prolongados y con una excelente metodología, se documentó una asociación positiva entre el consumo de refrescos azucarados, con la mortalidad global. También se comprobó una respuesta dosis-dependiente, vinculada a la mortalidad cardiovascular, por lo que se puede concluir que a un mayor consumo diario de estas bebidas, se asocia un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. También se demostró una asociación, aunque de menor entidad, con la mortalidad por cáncer. En cuanto al consumo de bebidas que utilizan edulcorantes artificiales, hubo una asociación positiva con la mortalidad total y la mortalidad cardiovascular, pero no con la mortalidad con cáncer. Esta tuvo significación estadística únicamente para el grupo femenino y en los grupos con elevados niveles de ingesta. Por tanto, serán necesarios futuras investigaciones para confirmar este último hallazgo. Esta peligrosa asociación entre B.A. y cáncer de mama se ve ratificada por una investigación realizada recientemente en Francia, donde se siguió a 100.000 personas durante 10 años. (Sugary drink consumption and risk of cancer: results from NutriNet-Santé prospective cohort, BMJ, 2019)
Estos resultados apoyan firmemente las recomendaciones y políticas vinculadas a las limitaciones en la ingesta de bebidas azucaradas. La ingesta de bebidas con edulcorantes artificiales, podrían utilizarse en reemplazo de las azucaradas en aquellas personas que son consumidores habituales de estas últimas, pero considerando que, por los datos de este estudio, los refrescos libres de azúcar deben ser consumidos con moderación. Las políticas y recomendaciones oficiales deben continuar apelando a la reducción y limitación en el consumo de bebidas azucaradas, y promover acciones significativas, poniendo especial énfasis en el consumo de aguas, ya sea carbonatadas o no, eventualmente saborizadas con jugos de fruta no azucarados.
Otro comentario en el mismo número de Circulation, (Alice Lichtenstein,: Last Nail in the Coffin for Sugar- Sweetened Beverages) añade otro aspecto también de enorme importancia. Pese a los conocimientos sobre los efectos adversos de estas bebidas, así como de algunos alimentos, (ácidos grasos trans) no se han acompañado con un cambio en los comportamientos de las poblaciones. De allí que la tarea más difícil será promover la motivación hacia la elección de las conductas más sanas. Necesitamos por tanto entender qué determina la elección de las bebidas azucaradas como aporte fundamental de calorías y qué estrategias permitirán enfrentar con éxito estas decisiones de la población. Como bien dice esta última autora "hemos identificado un problema, pero ahora necesitamos focalizarnos en un esfuerzo concertado para solucionarlo en forma permanente."
Y también se ha publicado en estos días (junio 27, 2019, J. Falbe, M. Harmel, Soda Tax Has a Big Impact on Consumption of Sugar-Sweetened Beverages. Medscape Diabetes), una evaluación sobre los impuestos al consumo de bebidas azucaradas en 2 ciudades de EE.UU. En Berkeley el impuesto a estas bebidas determinó que en los vecindarios de menores ingresos, el consumo disminuyó alrededor de un 50%. Esa suma "increíble" de ingresos generados fue volcado a programas de educación y de salud publica y se calcula en 9 millones de dólares. Por su parte en Philadelphia la reducción en el consumo fue de 38%. Allí los ingresos por este impuesto se dedicaron a financiar educación preescolar para familia de bajos ingresos. Estos últimos autores consideran a estos impuestos una manera de enfrentar el desproporcionado márketing que reciben bebidas y comidas no saludables. Es de esperar que políticas de largo aliento vinculadas a este desafío sanitario puedan reducir la prevalencia de obesidad, diabetes tipo II y enfermedades cardiometabólicas.
Finalmente lo que nosotros nos preguntamos, es porqué en las distintas actividades ( maratones, festivales, etc) dedicados al desarrollo de políticas para enfrentar el cáncer de mama, se insiste tanto en la detección precoz (mamografía) y tan poco o nada en la recomendación de no consumir bebidas azucaradas. ¿Es acaso por evitar enfrentar los intereses comerciales de las firmas proveedoras de estos refrescos? O porque detrás de algunas de estas actividades hay también grupos de interés (farmacéuticos, de diagnóstico, etc)? O tal vez ambos.
Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas