La lucha por Verdad y Justicia no tiene bandera política… ¿o podemos ser tan mezquinos y miserables los uruguayos?

José W. Legaspi

19.01.2020

Sobre la carta abierta al Presidente electo, Luis Lacalle Pou, de Iván Solarich, y la intención de reabrir la investigación sobre el asesinato de Cecilia Fontana, expresada por uno de sus hijos, Luis Alberto Heber.

Ambas noticias debieron generar la empatía total, sin embargo desnudaron, en algunos, lo peor del ser humano: la mezquindad y la miseria.

A Iván y a Luis Alberto los asiste el derecho, en su búsqueda por Verdad y Justicia, como a todos los uruguayos que debieron atravesar las lesiones ocasionadas por la tortura, la muerte y/o la desaparición de un familiar o amigo a manos de asesinos y cobardes que sometieron a todo un pueblo a vivir bajo el terror.

Sin embargo, por la repercusión que tuvieron ambas, la carta de Iván y la intención de Luis Alberto, parece ser que "algunos" uruguayos no estuvieran de acuerdo.

La carta de Iván Solarich

Primero que nada, esta carta expresa la indignación, lisa y llana, de un ciudadano comprometido con la verdad y justicia sobre el pasado reciente de nuestro país y el suyo propio.

¿Por qué? Porque entiende, como entendemos la mayoría, que no se construye futuro, que no se construye país, arrastrando la rémora de pactos de silencio o de impunidad sobre lo que ocurrió durante la dictadura militar. No se puede avanzar con ese pesado lastre. Máxime cuando torturadores y asesinos se pasean tranquilamente a nuestro lado. Mejor sería que lo hicieran, sin duda, después de cumplir la pena que les corresponda por los crímenes que cometieron. "Sería lo mejor"... pero mientras la impunidad y el miedo sean dominantes eso no podrá ocurrir jamás. 

Segundo, en un tono propio de lo mejor de nuestra idiosincracia, Iván, desde sus entrañas, le refiere, al electo presidente, Luis Lacalle Pou, aquello que ocurrió en años de oscuridad, y quién era un niño no pudo vivir como muchísimos de nosotros: los Delitos de Lesa Humanidad, y pone como un ejemplo de víctima de los mismos, a uno de nosotros, de los mejores de nosotros, nada menos que a Gonzalo Carámbula.

Y habla del motivo de su indignación convertida en carta: cruzarse, por dónde veranea, a un criminal, asesino y cobarde, sobre quién dos fiscales pidieron su procesamiento y ningún juez tuvo los cojones u ovarios para hacer su trabajo: Procesarlo.

¿Cómo no estar indignado?

Sin embargo, afloró rápidamente la mezquindad y la miseria:

"¿Por qué no se lo comunicó al actual presidente, que gobierna hasta el 1 de marzo? ¡Ah, claro, porque el que escribe es de izquierda! ¡Se acordó tarde! ¡No es coherente!", fue lo más comentado.

¿Acaso alguien puede creer o pensar que el gobierno actual hará en 2 meses lo que no pudo o no quiso hacer en más de 4 años?

Y precisamente, Iván es coherente. Y mucho. Quiere que la verdad y la justicia tengan un lugar en la agenda del futuro presidente, que es, además, el presidente de TODOS los uruguayos. 

¿Acaso alguien puede pensar o desear que este tema quede como está, trancado durante estos 5 últimos años de gobierno del progresismo? 

Por el contrario. Luis Lacalle Pou puede y debe tratar de que no nos gane la desmemoria y la impunidad. Por eso la carta va dirigida a él, en el tono y con el sentimiento que se escribe, porque dependerá del futuro mandatario, entre otros, que el tema no muera archivado en el olvido. Iván y decenas y cientos de miles de uruguayos no dejaremos que eso ocurra, pero es necesario, imprescindible, el papel del futuro gobierno y de quién lo lidera. 

Sólo de esa forma se podrá garantizar que algún día, ese innombrable para Iván, Jorge "el Charleta" Guldenzoph, y tantos otros, dejen de pasear su impunidad por las calles

La intención de Luis Alberto Heber

En agosto de 1978, cuando la dictadura fascista (o cívico-militar, si usted no está de acuerdo con dicha tipificación, amable lector) trató de descabezar la oposición de los blancos demócratas, atentando contra su Triunvirato (autoridad máxima del Partido Nacional en la clandestinidad, integrado por Carlos Julio Pereyra, Mario Heber y Luis Alberto Lacalle) Luis Alberto Heber rondaba los 21 años y quién esto escribe tenía 13. 

El resultado de tan cobarde acto fue la muerte, por envenenamiento, de la madre de Luis, Cecilia Fontana.

No puedo evitar la auto referencia pues viví de cerca las consecuencias de semejante crimen: Mi viejo, blanco del Movimiento Nacional de Rocha, cuando recibió la noticia, expresó un profundo dolor desde el silencio de sus lágrimas. Para un hijo ver llorar a su padre, en aquella época, que se nos decía a cada rato que "los hombres no lloran" produjo un fuerte impacto, reafirmado pocos meses después, cuando moría el padre de Luis Alberto, Mario.

El senador y futuro ministro, Luis Alberto Heber manifestó su intención de reabrir la investigación sobre el asesinato de su madre, Cecilia Fontana, y desató, también, al igual que la carta de Iván Solarich, una catarata de miserias y mezquindades, originadas en la ignorancia y el prejuicio: 

"¿Recién se acuerda de la madre? ¿Por qué espero tanto? ¿Este no es el mismo que votó la Ley de Impunidad? ¿Y ahora se acuerda? ¡Si es un facho! ¡No tiene vergüenza! ¡El asesino de tu madre está dentro de tu partido, y vos sos el único que no te enterás!"

No es difícil imaginar que, en el momento que sucedido el crimen, en plena dictadura, no era posible avanzar mucho en esclarecerlo. Sin embargo, nos consta a todos quienes conocimos a Luís Alberto, que el tema nunca dejó de estar presente. 

Hubo que esperar al retorno democrático, cuando se formó una comisión en el Senado, que, demoró mucho, en reunir toda la información al respecto, y hecho el peritaje correspondiente, se determinó, en 1985, que la presunta autora de los mensajes, ex funcionaria policial, no era la autora.

Fue Carlos Julio Pereyra, quién investigó una pista que lo llevaba a Brasil, a partir de la cuál, se reabrió la causa en el año 2006, solicitando otra pericia caligráfica, realizada en la oportunidad por el director de la Policía Técnica, Roberto de los Santos, que apuntaba a la misma mujer, ex policía, como la autora de la carta dirigida a los dirigentes blancos. 

En ese entonces la jueza que seguía el caso, Gabriela Murialdo, autorizó el pedido de la defensa de realizar una segunda pericia. El nuevo análisis fue realizado por Washington Curbelo, en ese entonces subjefe de Policía de Montevideo, que concluyó, al igual que lo hizo en 1985, que la caligrafía no era de la sospechosa. Tras la contradicción de los informes peritos y la falta de nuevas pruebas, la jueza decidió archivar el caso en 2010. 

Hay que destacar, y Luis Alberto lo hace, el papel jugado por el Dr Tabaré Vázquez en su primer gobierno, cuando solicitó el desarchivo de documentación sobre el tema al gobierno de los Estados Unidos, documentos que llegaron, narrando los hechos como sucedieron, pero con los nombres de los involucrados tachados, lo que provocó un nuevo pedido de Vázquez, pretendiendo que esos nombres fueran legibles.

Ahora, Luis Alberto Heber y su abogado aguardan el fin de la feria judicial para solicitar la reapertura del caso.

Y yo les preguntaría, a los mezquinos y miserables de turno: 

¿Acaso no tiene derecho a saber quiénes asesinaron a su madre? ¿Votar la Ley de Impunidad, que entre otros apoyó Wilson Ferreira, lo inhabilita de pedir que se haga justicia? ¿Hay que pensar que busca algún fin espúreo con este reclamo? ¿Qué hubieran dicho si lo hacía ante cada campaña electoral? ¿No lo habrían acusado de usar a la madre para hacer política? ¿Cómo mantuvo un bajo perfil, y actuó a nivel judicial, van a pensar que recién se acuerda? 

A Luis Alberto y su familia les asiste el derecho de saber la verdad, encontrar al o los culpables y que se haga justicia.

Y si ese derecho conlleva a comprobar que en filas de su Partido Nacional, o de algún sector o partido de la futura coalición de gobierno, se encuentran los responsables, no dudo que no le temblará la voz ni la mano, para clamar que se cumpla con lo que dictamine la justicia.

José W. Legaspi
2020-01-19T07:20:00

José W. Legaspi