Moi, le fils d’une salope*: No me vacuno
José W. Legaspi
09.03.2021
Amable lector, estaremos de acuerdo que si uno quiere decir que es un hijo de puta, nada mejor que hacerlo con la elegancia, el “charme” y ese “savoir faire” tan efectivo a la hora de decir lo indecible, que tiene el idioma francés.
Por qué hago esta afirmación se preguntará usted. Muy simple, harto de que me empujen "al ponchazo", y ultrajen mi libertad individual e indivisible de optar, decidí que no me vacuno.
Y titulo con esa expresión, precisamente para atajar a "los de siempre" que en redes sociales se encargan de denostar al que piensa o trata de pensar distinto. Les gano de mano.
Desde que se habló de la posibilidad de traer vacunas para inocular a la población de riesgo y demás ciudadanos de este país, el señor presidente de la República, Luis Lacalle Pou fue muy claro en advertir que "no sería obligatoria".
Eso, para un uruguayo, es algo poco frecuente, acostumbrados, como estamos, desde pequeños, a darnos todas las vacunas correspondientes porque así lo fijaba el esquema nacional de vacunación. Todos nos dimos todas las que había que dar, sin cuestionamientos.
En la conferencia de prensa, del 23 de enero, el presidente, interrogado sobre "si hay algún tipo de responsabilidad sobre los efectos adversos", recordó una vez más que la vacuna no es obligatoria y respondió que, y cito textualmente: "el gobierno uruguayo, amparado en la ley, firmó 2 contratos, de distinta índole, que, obviamente, sin entrar en el contenido de los mismos, tienen cláusulas que hacen a la velocidad con la cuál se aprobaron estas vacunas. Los que saben más dicen que las vacunas demoran 5 años en producirse y salir al mercado, estamos hablando de 5 meses, y el Uruguay, como todos los gobiernos del mundo, tenía una opción, tomar las vacunas o no, y en esa toma de vacunas que hicimos en nombre de los uruguayos, asumimos algunas responsabilidades". Clarito, ¿no?. Lamentablemente, ningún colega repreguntó sobre "las cláusulas que hacen a la velocidad con la cuál se aprobaron" y mucho menos sobre "las responsabilidades asumidas". Pero la gestualidad es evidente (recomiendo ver la conferencia, entre los minutos 9 y 11, y observar los gestos del primer mandatario mientras respondía). Y tal vez, consecuencia de esa responsabilidad asumida, surge el "Acuerdo de vacunación voluntaria y gratuita Covid-19", publicado en nuestro portal, donde se "señala que cualquier reclamo judicial o extrajudicial se deberá realizar en tribunales uruguayos, y bajo las leyes nacionales". De esta manera, quien firma, rechaza la posibilidad de presentar una demanda en tribunales internacionales.
Es decir, y esto es lo que yo interpreto, nos pusieron delante condiciones para vendernos las vacunas, tragamos saliva, mascamos el freno y firmamos. Y está bien. Cualquier otro gobernante de cualquier otro partido uruguayo lo hubiera hecho. Había que asegurarse las vacunas.
Cabe acotar que un diputado nacional, Gustavo "Tato" Olmos, de Marea, Fuerza Renovadora, Frente Amplio, solicitó, en aras "del saludable control, transparencia y equilibrio entre los poderes del Estado uruguayo", a los CEO de las farmacéuticas involucradas en el acuerdo mencionado (Pfizer/BioNTech y Sinovac) "habilitaran la exclusión de las cláusulas de confidencialidad de la información relacionada a cantidades, cronograma de entregas y precios" de los contratos celebrados con Uruguay. La respuesta no se hizo esperar...
De Sinovac... cri-cri-cri, silencio absoluto, mientras que de parte de Pfizer Argentina respondió, en lugar de Mr Albert Bourla (parece joda el apellido, pero no lo es), Ignacio Romano, Policy and Public Affairs Director, en tono protocolar: "Tal como usted describe en su misiva, reiteramos que tanto las negociaciones en curso con el Gobierno como el contrato firmado se encuentran amparadas por un acuerdo de confidencialidad. Sugerimos que se contacte con el Ministerio de Salud Pública para mayor información respecto del plan nacional de vacunación".
Una manera elegante de negar la información requerida. Y eso que no preguntó nada sobre aspectos que tuvieran que ver con efectos de las vacunas, y si el gobierno había asumido, también, "responsabilidades" al respecto.
Entonces, si en plena pandemia, el presidente, seguramente asesorado por científicos, decide anunciar que no será obligatoria, está bien que un cualquiera, como este simple mortal, en pleno uso de sus facultades cognitivas, decida si se la da o no, en resumidas cuentas, sea parte del 70% que se proponen vacunar, o del 30% que no.
Y quién estas palabras escribe decidió, hace tiempo, que no se va a inocular ninguna de las versiones que llegan a Uruguay contra el coronavirus.
Y aclaro porque es importante no dejar huecos en esta fundamentación:
Primero, soy defensor de la vacunación en general. Mis tres hijas fueron inoculadas con todas las que se exigen en nuestro país.
Segundo, vuelvo a remarcar públicamente que no adhiero a ninguna teoría conspirativa, llámese plandemia o como sea que se llame, ni me considero "terraplanista" ni nada parecido.
Tercero, las dudas sobre cómo afectan estas vacunas al genoma humano, que manifesté en columna anterior, fueron respondidas claramente por el científico y amigo Héctor Musto en la nota "Algo sobre las vacunas de ARN (y los miedos asociados)" publicada también en Uypress.
Cuarto: Soy asmático y alérgico, una combinación complicada a la hora de contraer el virus y también complicadas a la hora de vacunarse.
Sin embargo....
Respetando todas las opiniones al respecto, incluso la de aquellos denostados una y otra vez, Aldo Mazzucchelli y Fernando Andacht, que desde la revista Extramuros, tratan de aportar otra visión, respetable como cualquiera, con base científica sobre el tema, es que decido, desde mi libertad individual e indivisible, no vacunarme con ninguna de estas vacunas, de las que no se informa debidamente que consecuencias aparejan a los que eligen dárselas, y hasta tanto no tenga más información sobre otras, como ser la de única dosis, de Johnson & Johnson.
No tengo apuro y nadie me lo va a imponer. No soy población de riesgo ni por la edad ni por las afecciones que pueda tener. Y no le temo al virus, es decir no soy de esos hipocondríacos que portan una farmacia cada vez que se mueven a cualquier lado.
Entiendo y acepto a todos lo que ya se la dieron, los que se agendaron, y los que se la darán a futuro. Hacen uso de esa libertad tan importante y definitoria para cualquier ser humano: hacer y elegir para sí lo que le parezca mejor.
Eso no se negocia y lo defiendo a muerte.
Ahora bien, una vez que queda claro que vacunarse no será obligatorio, llegan las primeras dosis de Sinovac, se agenda menos gente de la esperada por el gobierno y se "dispara" la urgencia por vacunar, se amplía el sector de quienes pueden acceder a la inmunización, sale el ministro de Salud Pública, Dr Salinas, a quién respeto y reconozco aciertos en el manejo del tema, con afirmaciones en la prensa, que "todos debíamos ser motores de la vacunación", para "generar anticuerpos rápidamente" y así "evitar la circulación viral y la mutación del virus", agitando, de paso, el temor ante lo que sucede en el sur de Brasil.
Y detrás de él, en cascada, todo el sistema político, tanto desde la "derecha", como el "centro" y la "izquierda", se encolumnaron prolijamente detrás de la consigna.
Se viralizaron expresiones vinculadas a la vacunación, como "ser solidarios", "responsabilidad, por favor", "hay que vacunarnos ya", "nos cuidamos colectivamente", etc.
Y este apuro, esta "urgencia" de "¡Vacúnese ya!" me retrotrajo a aquella costumbre "tan militar", de los 70 y 80, en toda dependencia castrense del país, seguramente idea de "un perfeccionista" y "pulcro" jerarca uniformado, por pintar TODO a la cal, hasta más de un metro y medio del suelo: columnas, paredes, muros, piedras y hasta árboles eran blanqueados "a prepo", a tal punto que circulaba la humorada: "no te quedes recostado a un árbol que te blanquean".
Parodiando aquella blanca obsesión, referentes de gobierno, de la oposición, etc., manifestaron, con orgullo (y absoluto derecho) la foto de su agendada primera inoculación.
Y vino la cascada correspondiente de los seguidores de aquellos, en redes sociales, otros dirigentes o referentes, de un segundo o tercer nivel en sus partidos, de "derecha" y de "izquierda", afirmando o sugiriendo, que quienes no se vacunen contra el Covid-19 son bobos, tontos, insolidarios, irresponsables, y un largo etcétera.
TODOS, porque ninguno sale a decir algo distinto, como ser, "me vacuno por decisión propia y no pretendo con esto, obligar a nadie", ¡no! Por el contrario, sienten que al vacunarse son MÁS humanos, MÁS solidarios, MÁS responsables que el resto.
Y quienes elegimos no vacunarnos somos humanos, solidarios y responsables, usamos tapabocas, alcohol en gel, distancia, y la correspondiente libertad responsable de no aglomerarse y demás.
Muchachos, tómenlo con calma, está bien que ustedes se vacunen, y está bien que otros uruguayos, tan orientales, como ustedes, opten libremente por no hacerlo.
Entiendan que si las vacunas NO son obligatorias, no pueden pretender forzar la vacunación de hecho, a la fuerza, o por "contagio".
Cuestiónense, antes de denostar a personas tan libres como ustedes: ¿cuál es el límite entre la libertad, manifestada una y otra vez por el gobierno, al afirmar que NO serían obligatorias, y vuestra incomprensible campaña que establece que si no te vacunás sos un hijo de puta?
¿No sería mejor realizar muestreos de anticuerpos a la población de riesgo y quienes se quieran vacunar, antes de tomar la decisión? De esa manera tendríamos un panorama de cómo estamos y quienes necesitan ser vacunados y quienes no, además de que redundaría en un uso más preciso de las vacunas.
El dato más importante de esta pandemia en Uruguay, a mi modo de ver, es que de 64.700 contagiados, 55.638 se recuperaron y murieron 658. Para poner la letalidad en contexto.
José W. Legaspi